El mes que viene, Wilbur Ross, de 86 años, eminencia del capital privado y ex secretario de Comercio de Donald Trump, publicará una autobiografía, Risks and Returns (Riesgos y rendimientos) . Los inversores deberían prestar atención.
Porque escondido en la saga de la sorprendente carrera empresarial de Ross -y su conversión de la política de izquierda a la de derecha- hay un episodio sorprendente que involucra a Jay Powell, el presidente de la Reserva Federal.
En 2018, según cuenta Ross, el presidente se enfureció tanto con la decisión de Powell de subir las tasas de interés que le dijo a Ross: "Por favor, llama a este idiota y explícale que repudiaré" su trabajo a menos que cambie de rumbo.
Los republicanos temen que Trump esté perdiendo la campaña contra Kamala Harris
Ross se mostró reacio y respondió: "Señor presidente... no me queda claro que le convenga amenazar con reemplazar a [Powell]". Y cuando Ross finalmente hizo una llamada, Powell insistió en que no tenía "ninguna obligación de debatir" políticas con la Casa Blanca. En otras palabras, prevaleció la independencia de la Reserva Federal.
Seis años después, esto podría parecer historia antigua. O tal vez no. Por un lado, pone de relieve los riesgos que se avecinan si Trump gana en noviembre. Pero también revela otro aspecto: hasta qué punto los mercados están ahora acosados por un fenómeno conocido como la "normalización de la desviación".
En las últimas semanas, los precios de las acciones han subido, lo que ha llevado al Dow Jones a un máximo histórico. Esto no solo ha revertido la caída del mercado observada a principios de agosto, sino que ha proporcionado un mejor rendimiento para las acciones que casi todos los agostos recientes, como señala Zachary Karabell en su Edgy Optimist Substack .
Este desempeño del mercado refleja un creciente optimismo sobre la perspectiva de un soft landing (aterrizaje suave) para la economía estadounidense, después de que Powell señalara en Jackson Hole que se avecina un recorte de tasas en septiembre.
Pero la paradoja es que este clima positivo ha surgido mientras las nubes (es decir, los riesgos) siguen acumulándose.
Una nueva ola de riesgos geopolíticos amenaza con (en el mejor de los casos) perturbar las cadenas de suministro y (en el peor de los casos) producir más guerras en los próximos meses.
Mientras tanto, es muy probable que las elecciones de noviembre en Estados Unidos produzcan (en el mejor de los casos) una profunda incertidumbre política y (en el peor de los casos) un conflicto interno.
La cuestión no es sólo lo que Trump pueda hacer con la Reserva Federal; su equipo también parece interesado en devaluar el dólar e implementar recortes de impuestos que agregarían más de u$s4 billones a la deuda nacional, según Penn Wharton.
Esto sería alarmante en casi cualquier circunstancia, pero ahora parece doblemente arriesgado, dado que EE.UU. debe mantener la confianza de los inversores globales si quiere financiar su deuda creciente. Como señala Torsten Slok, de Apollo, la relación deuda/PBI de EE.UU. está muy por encima del 100%, y el costo del servicio de la deuda ya representa el 12% de los gastos gubernamentales y un tercio (u$s9 billones) de los bonos del Tesoro deben refinanciarse el próximo año.
Una victoria de Kamala Harris podría traer más continuidad a las políticas. Por ejemplo, es poco probable que despida al presidente de la Fed. Pero sus planes económicos podrían aumentar la deuda en dos billones de dólares, dice Penn, y presentan ideas poco ortodoxas, como los controles de precios.
El otro enorme riesgo es que si Harris gana por un pequeño margen, casi con certeza tendrá protestas, impugnaciones legales y posibles disturbios civiles por parte de algunos partidarios de Trump.
Nada de esto es bueno para la confianza global en EE.UU., pero lo más notable es que pocos de estos riesgos parecen estar incorporados a los precios de los activos (excepto el oro); en cambio, prevalece la sensación de optimismo ante un soft landing.
¿Por qué? Una razón es el volumen de liquidez que aún circula en el sistema financiero después de años de quantitive easing (flexibilización cuantitativa) . Otra es la creencia -o esperanza- de que los ladridos de Trump resultarán peores que sus mordidas, y que sus instintos más peligrosos seguirán controlados por personas como Ross.
Sin embargo, el tercer problema es la llamada "normalización de la desviación", concepto desarrollado por primera vez por una socióloga llamada Diane Vaughan cuando la NASA le pidió que estudiara el desastre del transbordador Challenger en 1986.
Antes del estudio de Vaughan, se suponía que la tragedia había ocurrido debido a una gran falla de seguridad. Sin embargo, ella argumentó que la causa real fue que, antes del desastre, se habían producido varias pequeñas 'fallas' en las normas de seguridad.
En su momento, se toleraron porque el sistema era lo suficientemente resistente como para absorberlas. Sin embargo, su impacto acumulativo fue cambiando el sentido de "normalidad" de manera lenta y sigilosa. Después de numerosas violaciones de este tipo, la desviación se normalizó y se la ignoró hasta que produjo un desastre.
Por qué la 'fiebre del oro' va a seguir en el corto plazo
Los mercados no son como los cohetes, pero en los últimos años los inversores se han enfrentado a una serie tan sorprendente de shocks nacionales e internacionales que casi han empezado a normalizarlos también.
Hace una década, los inversores podrían haber entrado en pánico si un presidente estadounidense amenazara con destituir al presidente de la Fed o ampliar el déficit presupuestario en billones de dólares. Ahora apenas pestañean.
En cierto sentido, esto es alentador. Sin duda, demuestra lo adaptables que pueden ser los seres humanos, pero también genera un riesgo de complacencia y la presunción de que el sistema financiero siempre será capaz de absorber nuevos impactos.
De modo que, si las bolsas siguen subiendo, los inversores deberían pensar seriamente en cómo protegerse de los escenarios hipotéticos que se avecinan este otoño. Luego deben preguntarse qué amenazas anormales han aprendido a normalizar.
Las amenazas a la independencia de la Reserva Federal pueden ser solo el comienzo.