Todos pasamos por ella, y todos, o casi, andábamos enfadados, furiosos, nos sentíamos incomprendidos salvo por los amigos más cercanos, peleábamos con los padres y en ocasiones con quien se pusiera por delante, amamos a la persona equivocada, o quizá no. La adolescencia, menuda etapa de aprendizaje, lágrimas, cachondeo bobo, acné y cabreo. Desde hacía décadas, el hoy activamente octogenario Bruce Farrer, un maestro de instituto en un pequeño pueblo canadiense ya retirado al que conocen como «el guardián de los recuerdos», encargaba a sus alumnos una tarea, cuando menos, curiosa: escribirse una carta a ellos mismos sobre cómo se imaginaban 20 años después. En diez folios.
Él mismo guardó aquellas misivas y, dos décadas después, las envió de vuelta por correo, o buscando de manera personal a los autores. Y, precisamente, este emocionante, nostálgico documental y prometedora opera prima retrata el impacto que, al leer esas páginas, produjo en varios destinatarios. La memoria, pues, regresa, y, con ella, la evocación de los sueños no cumplidos, de los complejos y traumas superados, de los momentos familiares complejos, del bullying, de los ratos felices y otros que no tanto.
Hay algún llanto sereno en el filme, y la mayoría de estos ya adultos se reconocen en aquellos de apenas 14, cuando no existían apenas las responsabilidades y muchos querían dedicarse a eso de ser famosos. No perdamos jamás el contacto con quien fuimos porque de ahí surgió nuestro yo presente. Que mira atrás para dar un consejo: no sufras tanto, que pasará.
Lo mejor:
Es un emotivo documental que protagoniza un maravilloso y casi mágico ex maestro
Lo peor:
Ojalá no pase desapercibida en esta aún veraniega y siempre abarrotada cartelera