El Régimen Obligatorio de Pensiones Complementarias (ROP) sigue un modelo de financiamiento de las pensiones de capitalización individual. Este tipo de esquemas se denominan de contribución definida, ya que lo único que está preestablecido es el aporte, no la futura pensión.
Esta última se financiará a partir del capital que cada afiliado logre acumular en su cuenta individual durante su vida laboral. Evidentemente, los recursos deben invertirse en los mercados financieros locales e internacionales para que generen rendimientos, que tienen a cargo las operadoras de pensiones, que reciben una comisión por ello, entre otras. Actualmente, los recursos del ROP se administran en un solo fondo.
A julio, ¢4 millones de millones (un 33 %) del ROP estaba colocado en emisiones extranjeras, debido, fundamentalmente, a la ausencia de alternativas locales y a la necesidad de diversificación para que los riesgos no estén concentrados en pocos emisores y emisiones.
En la primera semana de agosto, se produjo una caída en las principales bolsas del mundo: más de un 4 %, el índice S&P 500; y casi un 6 %, el Nasdaq.
La venta masiva de acciones obedeció, según algunos, a la ralentización en la contratación de trabajadores, citada en un informe sobre el empleo en los EE. UU., y un aumento del desempleo, lo cual sembró temores de que la principal economía del mundo estuviera empezando a entrar en recesión. También, a raíz de la percepción de que la Fed estaba tardando mucho en rebajar los tipos de interés.
Días después, los mercados se repusieron. Sin embargo, si decido acogerme a la pensión del ROP en un momento de crisis prolongada, cuando los precios de los títulos y el modelo de negocio han lastrado el valor del fondo, eventualmente recibiré una menor pensión, dado que el capital para financiarla vale menos.
La pérdida de valor podría incluso ser irrecuperable para un trabajador próximo a jubilarse o ya jubilado. Ya no tiene tiempo para esperar una mejora en las condiciones de los mercados y los valores. ¿Qué hacer entonces?
En el medio financiero local, algunos se opusieron, y siguen oponiéndose, a los fondos generacionales que entrarán en vigor a finales del primer trimestre del 2025. La reforma dividirá el ROP en cuatro, según las edades o de su condición de pensionados.
Esta solución regulatoria no es nada nueva. Ya en el 2010 el ROP se había separado en dos: un fondo formado por los recursos de los trabajadores activos y otro con los recursos de los ya pensionados.
Son dos grupos muy diferentes: el primero está acumulando recursos; el segundo, desacumulándolos a través del pago de las pensiones que otorga el régimen.
En buena teoría, las inversiones del fondo de desacumulación deben ser más líquidas para atender los pagos de las pensiones y estar orientadas a preservar el capital. Es, en principio, menos rentable que el de acumulación, que es a largo plazo y atiende salidas de recursos, básicamente, por la libre transferencia entre operadoras.
En aquella oportunidad, se estableció que la separación se realizaría dentro de cinco años, contados a partir de la entrada en vigor de la norma (el 2010). Esta disposición se reformó en el 2015 para que la separación se realizara el 31 de diciembre del 2024, dado que el sistema, creado en el 2000, no contaría aún con suficientes pensionados.
Se hacía necesario que la masa de pensionados creciera a un punto óptimo para la adecuada administración e inversión de los recursos. Esta iniciativa estuvo bien orientada, pero lo cierto es que los fondos de acumulación (trabajadores activos) están integrados por afiliados muy distintos: desde el trabajador joven que recién empieza a participar en el sistema hasta los que se encuentran cercanos a su jubilación. ¿Más riesgo o menos riesgo? Depende.
Considerando que los horizontes temporales de los afiliados a la pensión son disímiles, tiene mucho sentido ir más allá: crear más fondos, agrupar a los afiliados según su edad, de manera que las inversiones de cada fondo se adecúen a los perfiles de los participantes (fondos generacionales).
Los fondos de los afiliados más jóvenes son capaces de asumir más riesgos a cambio de más rendimientos para acrecentar su patrimonio y, conforme van envejeciendo, las inversiones y el modelo de negocio tenderán a ser más conservadores para proteger los recursos de las volatilidades.
¿Recibirán menos rendimientos los fondos de las personas de más edad que los de los más jóvenes? Esta es una de las críticas de los que no apoyan este esquema, pero sí, probablemente, porque el rendimiento siempre está relacionado con el riesgo.
El ROP está destinado a pagar pensiones, no a poner en riesgo los recursos cuando ya no estamos tan jóvenes o cuando ya estamos pensionados.
Yanni Sterloff es abogado experto en regulación de los mercados financieros y pensiones.