Los británicos tienen escrita en su historia la expresión «sangre, sudor y lágrimas». El primer ministro británico, el laborista Keir Starmer, cometió ayer la osadía de traerla al presente y reconocer públicamente que «las cosas están peor de lo que jamás imaginamos» y eso le obligará a proponer en octubre unos presupuestos más restrictivos de lo que se pensaba. «Va a ser doloroso», advirtió. Starmer culpó al gobierno de Rishi Sunak de ocultar un agujero de 22.000 millones de libras a la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria, un órgano independiente que controla las finanzas públicas. «Eso no es teatro, eso es un hecho», dijo un Starmer que conoce bien que la solemnidad de su advertencia va a ser considerada una estratagema política. El líder laborista está mostrando un temple especial a la hora de enfrentar los problemas, tanto los desórdenes callejeros, que reprimió con firmeza aunque le costara grados de popularidad, como la crisis económica heredada de los 'tories'.