Se acerca el inevitable abismo que produce tachar el 31 de agosto del calendario. No hay más. Ya sólo resta esperar que el sol siga girando su noria hasta que vuelva a sonar la campana, como el último día de colegio, que da el pistoletazo de salida al periodo vacacional. Hasta que ese momento se repita, hay que pasar por el trance de envolver los últimos atardeceres en los pocos minutos que, día a día, le arrebata la noche al reloj. Ha llegado el momento de abrir la maleta para llenarla del mercurio que nos abrasó, de cenas en las que te bebiste el mar, de la salitre que saboreó el cutis, el levante que derribó todos los males y...
Ver Más