Nunca pudo imaginar que su último partido en el Arthur Ashe Stadium, sería con 30 años de edad, condenado a la retirada temprana por una lesión de muñeca que apagó su carrera paulatinamente. En Nueva York visió su mayor día de gloria. No sabía entonces, ni él ni nadie, que no habría más, que la mala suerte se cebaría con él.
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