Los casos de hombres con Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) han aumentado en los últimos años y han registrado un crecimiento mayor que en mujeres. En este colectivo, son más frecuentes los cuadros de Bulimia Nerviosa y Trastorno por Atracón, seguido de la Anorexia Nerviosa. Se trata de un grupo aún invisibilizado en relación a los TCA.
“Tradicionalmente, se ha asociado esta patología a las mujeres, lo que ha dificultado en muchas ocasiones su detección en hombres”, explica a Confidencial Digital Antoni Grau, psicólogo y director clínico de Ita (una red de recursos asistenciales en salud mental en España, especializados en el tratamiento de pacientes con TCA).
Uno de cada cuatro personas con trastorno alimentario son hombres, es decir, el 25%. En algunos países como el Reino Unido la cifra de afectados escala al 33%. No obstante, todavía se estima que existen muchos casos sin diagnosticar en población masculina.
Grau revela que este hecho se debe a que los instrumentos de detección, como escalas o cuestionarios, están diseñados para percibir estos trastornos en mujeres, siendo menos precisos en detectar algunas características más específicas en hombres.
Existen diferencias. “Por ejemplo, mientras el objetivo de mujeres con Anorexia es, en muchos casos un aspecto de extrema delgadez, en hombres se persigue mantener un cuerpo con una mayor definición del músculo y una ausencia total de grasa corporal”, señala Grau.
Añade: “Los cuestionarios, al estar diseñados para ser aplicados en mujeres rara vez preguntan por la preferencia hacia un cuerpo musculado”.
Otro ejemplo llamativo es el hecho de que, hasta hace una década, uno de los criterios para poder diagnosticar a alguien de Anorexia Nerviosa era necesario que la persona hubiera perdido la menstruación como consecuencia de su bajo peso.
“Por suerte, esta conciencia de lo frecuentes que son los trastornos alimentarios en hombres ha propiciado el desarrollo de nuevos cuestionarios específicos para población masculina”, celebra Grau.
La edad de inicio en hombres es más tardía que en las mujeres, situándose el debut típico al final de la adolescencia y principio de la edad adulta: “A pesar de que los motivos de esta diferencia no son claros, es posible que el desarrollo puberal más tardío en hombres que en mujeres explique, en parte, esta diferencia”.
En verano, apunta Grau, se produce uno de los picos anuales de nuevos casos y empeoramientos en trastornos alimentarios. El factor desencadenante suele ser el estrés que genera la presión dirigida a mostrar el cuerpo. Esto además conlleva que las personas con TCA comparen más su físico con el de otras personas.
“Debemos tener en cuenta que estas personas viven la exposición de su cuerpo con gran vergüenza, por lo que es frecuente que lo oculten bajo varias capas de ropa. Esta ocultación se complica durante el calor”, subraya el psicólogo.
Otra cosa que ocurre en verano es que hay un mayor número de eventos sociales, muchas veces consistentes en comidas, cenas o aperitivos: “Las personas afectadas no disfrutan de las situaciones en las que se encuentren con muchas personas y mucho menos si es alrededor de la comida”.
Aunque la exigencia sobre las mujeres ha sido históricamente más intensa, esto no significa que los hombres estén exentos de ella. Según estudios recientes, la presión hacia un ideal estético masculino se ha multiplicado en las últimas tres décadas, enfocándose en la construcción de un cuerpo musculoso y libre de grasa.
Este aumento de la presión va acompañado de un incremento en las tasas de insatisfacción corporal entre los hombres.
Grau explica que "el camino hacia la consecución de este ideal consiste, en todo caso, en alterar gravemente la alimentación y aumentar el ejercicio físico". Estos comportamientos, advierte, pueden desencadenar trastornos alimentarios, especialmente en aquellos hombres que ya presentan vulnerabilidades previas.
Las redes sociales juegan un papel crucial en la amplificación de esta presión. Grau resalta que "cuando hablamos de factores desencadenantes, siempre debemos tener en cuenta que hablamos de patologías multifactoriales".
Un predictor significativo del desarrollo de TCA en hombres es haber sufrido obesidad infantil y haber sido objeto de burlas. La obsesión por un cuerpo fibrado, desde esta perspectiva, surge como un mecanismo de defensa para evitar nuevas burlas, desarrollando un cuerpo hiper-normativo desde el punto de vista de género.
Sin embargo, Grau enfatiza que estos antecedentes no son suficientes por sí solos para desencadenar un TCA. "Es necesario que converjan una serie de factores predisponentes de tipo biológico, familiar, de personalidad y del contexto social".
En este sentido, las redes sociales actúan como un amplificador de fenómenos como la comparación social, el perfeccionismo, la crítica y el rechazo, y las personas con TCA son especialmente vulnerables.
El verano es una época delicada en cuanto a la presión mediática. "Existe una asociación entre presión mediática hacia el ideal estético delgado o musculoso y las tasas de insatisfacción corporal", indica Grau.
Esta insatisfacción puede derivar en patrones alimentarios restrictivos, un paso hacia el desarrollo de TCA. En ITA, los estudios muestran que las personas con trastornos alimentarios, especialmente los jóvenes, son más susceptibles a los mensajes publicitarios centrados en cuerpos esbeltos.
El auge de dietas extremas, ayunos y métodos "detox" durante esta época del año también pone en riesgo a personas vulnerables o en recuperación.
Grau advierte que "un trastorno alimentario se inicia siempre con algún tipo de comportamiento alimentario restrictivo". Si estos patrones ocurren en un momento crítico, pueden desencadenar un TCA en personas con predisposición.
La prevención de los TCA requiere un enfoque integral, tanto a nivel social como educativo. Grau señala que las estrategias más efectivas son aquellas que abordan los factores de riesgo, como promover hábitos alimentarios saludables, construir una imagen corporal positiva y desarrollar una autoestima independiente de las opiniones externas.
"La alfabetización mediática y digital es fundamental", añade, ya que permite a los jóvenes interpretar críticamente los mensajes de los medios y las redes sociales.
A nivel social, Grau aboga por promover redes de apoyo, resaltando las lecciones aprendidas durante la pandemia de covid. "La pérdida del apoyo social entre iguales durante la adolescencia tuvo efectos devastadores", afirma.
En ITA, se han desarrollado intervenciones basadas en el apoyo entre iguales, donde las relaciones de ayuda mutua son clave para la recuperación.
El tratamiento de los TCA en hombres y mujeres no difiere en su proceso, pero sí en el contenido, adaptado a las experiencias y necesidades individuales. Grau destaca la importancia de los tratamientos especializados y personalizados, con un fuerte componente grupal y socioeducativo.
En el caso de los hombres, por ejemplo, el miedo a recuperar peso tras haber sufrido acoso por obesidad en la infancia puede ser una gran amenaza. "Debemos ayudarles a sentirse seguros más allá de mantener un cuerpo musculoso o libre de grasa", explica Grau.
Finalmente, recuerda que los TCA son patologías de alta complejidad, lo que requiere tratamientos igualmente complejos, con la participación de equipos interdisciplinares. "El proceso terapéutico debe centrarse en el sufrimiento específico de cada persona, el cual se expresa en forma de síntomas. El objetivo es entender el significado que tienen para cada paciente", concluye.