La decisión de trasladar la tripulación de Starliner a una misión de SpaceX por problemas de funcionamiento es el último contratiempo de una larga lista desde los primeros vuelos de prueba de la nave espacial de Boeing.
Unos percances que han provocado años de retrasos en el calendario inicial y han minado la credibilidad del gigante aeroespacial.
En 2014, la NASA eligió a dos empresas, Boeing y SpaceX, para que cada una desarrollara una nueva nave espacial capaz de transportar a sus astronautas a la Estación Espacial Internacional (EEI).
La agencia espacial estadounidense les pidió que estuvieran preparadas para 2017 con el fin de dejar de depender de las naves rusas, que usaba desde la retirada de los transbordadores espaciales estadounidenses en 2011.
Boeing obtuvo un contrato de 4.200 millones de dólares, frente a los 2.600 millones de SpaceX.
En aquel momento, la empresa del millonario Elon Musk era considerada la "perdedora" frente a Boeing.
En diciembre de 2019, durante un primer vuelo de prueba no tripulado, la cápsula no se colocó en la trayectoria correcta y regresó a la Tierra prematuramente al cabo de dos días, sin llegar a acoplarse a la EEI.
El fracaso se debió a que la nave no sabía qué hora era por un error en un su reloj interno, que llevaba once horas de retraso. Esto impidió que la cápsula encendiera los propulsores a la hora prevista.
La NASA se dio cuenta entonces de que otro problema de ordenador podría haber provocado una colisión catastrófica. Dio al fabricante una larga lista de recomendaciones y modificaciones que debía realizar.
En agosto de 2021, cuando el cohete ya estaba en la plataforma de lanzamiento para otro intento de vuelo, un problema de humedad provocó una reacción química que bloqueó la apertura de algunas de las válvulas de la cápsula.
Como consecuencia, volvió a fábrica para ser inspeccionada durante varios meses.
Entre tanto, SpaceX transportaba astronautas a la EEI (desde 2020).
En mayo de 2022 Starliner completó su primer vuelo de prueba no tripulado.
A pesar de algunos contratiempos, como un problema con el sistema de propulsión, la nave despegó, llegó a la EEI, donde permaneció acoplada varios días, y aterrizó a su regreso en un desierto en Estados Unidos.
En 2023 se hicieron públicos otros problemas que retrasaron los preparativos del primer vuelo tripulado.
Uno fue provocado por el diseño de los paracaídas que frenan la cápsula a su vuelta a la atmósfera. Se modificó y se realizaron nuevas pruebas.
El otro fue aún más sorprendente: la cinta adhesiva utilizada para envolver varios metros de cables eléctricos en el interior de la cápsula resultó ser inflamable y hubo que retirarla.
A principios de junio de 2024 llegó el gran día: la cápsula despegó con sus dos primeros astronautas en una última misión de prueba para demostrar que Starliner era segura, y a continuación inició sus operaciones.
Pero durante el vuelo se descubrieron fugas de helio, un gas utilizado para crear presión en el sistema de propulsión.
Varios propulsores fallaron antes de que la cápsula se acoplara a la EEI, aunque todos menos uno volvieron a encenderse.
Estos problemas hicieron temer a la NASA que la cápsula no fuera capaz de alcanzar el empuje necesario para regresar a la Tierra.
Por ello, la agencia espacial tomó una decisión radical: transferir a los dos astronautas a una misión de SpaceX y hacer que Starliner regrese vacía.
El análisis del vuelo determinará qué pasos dará a partir de ahora.
El programa ya ha costado a Boeing 1.600 millones de dólares más de lo previsto.