Resulta entre desoladora y alarmante la simple lectura del informe remitido por los Mossos al juez Pablo Llarena sobre la segunda fuga de Puigdemont, pues se pierde en un montón de excusas peregrinas que dejan en pésimo lugar la profesionalidad de los mandos de este cuerpo, particularmene la de los que diseñaron el operativo para dar cumplimiento a la orden de detención cursada por el Tribunal Supremo una vez que el prófugo anunció fecha, hora y lugar de su regreso a España, lo que evidentemente facilitaba su captura. El ridículo se resume en una frase lapidaria: «En ningún caso se previó que el retorno del señor Puigdemont sería meramente fugaz. Que regresara a España para después huir no se contempló como una posibilidad». Los Mossos no cayeron en la cuenta de que este personaje ya se había fugado una vez, lo que o habla de su extrema ingenuidad (cosa improbable) o de que había una orden política de mirar a otro lado y permitir su fuga, circunstancia que encaja con la displicencia de Interior, que no ordenó actuar a la Policía Nacional y la Guardia Civil hasta que se perdió de vista a Puigdemont.