Los miles de demócratas que desembarcaron en Chicago para su convención nacional esta semana se dieron de cara en las calles con un tema espinoso para la campaña presidencial de Kamala Harris: migrantes en busca de trabajo o durmiendo en precarias carpas.
Sin embargo, el tópico ha permanecido prácticamente ausente del United Center, el principal escenario de la cumbre que oficializó a Harris como abanderada del partido para competir en noviembre por la Presidencia estadounidense contra el republicano Donald Trump.
Esta desproporción de voces latinas en la lista de oradores de los primeros dos días de la Convención Nacional Demócrata no pasó inadvertida para la comunidad.
"Hay varios estados en esta elección que serán extremamente importantes para los demócratas, como Nevada y Arizona", dijo Rey Gonzalez, presidente de El Valor, una organización sin fines de lucro.
"Y algo con lo que estoy muy decepcionado es... ¿Dónde están nuestras voces en esta convención?", señaló.
Los latinos sí ganaron igualdad de espacios en el Centro McCormick, otro escenario en Chicago que celebra eventos de la cita partidista, pero no en el horario estelar de oradores en la arena principal.
Los legisladores de California Robert García y de Nueva York Alexandria Ocasio-Cortez, además de la analista republicana Ana Navarro, integran la representación latina en la primera mitad de la convención allí. Pero ninguno se adentró en el tema.
La migración se convirtió en un asunto problemático para la gestión del presidente Joe Biden, quien acosado por críticas a su avanzada edad (81 años) y aislado por su partido, desistió de su carrera por la reelección el mes pasado para dar paso a Harris.
Trump, por su parte, ha sabido canalizar el descontento esbozando una plataforma antimigratoria que promete el cierre de la frontera y deportaciones masivas, algo aplaudido incluso por algunos votantes latinos.
Chicago, a las orillas del lago Michigan, ha recibido unos 46.000 migrantes en los últimos dos años. Muchos de ellos en autobuses enviados por el gobernador de Texas, el republicano Greg Abbott.
El gobernador de Illinois, J.B. Pritzker, fue una de las voces demócratas que el año pasado, a medida que el flujo aumentaba, confrontó a Washington y pidió medidas: "Esto es insostenible", dijo en octubre a Biden.
Johanna, una venezolana que no quiso dar su apellido, fue una de las tantas que llegó de esa manera. En junio de 2023, atravesó la frontera sur de Estados Unidos proveniente del país caribeño junto a sus cuatro hijos.
"Nos montamos en un bus sin saber a donde íbamos. Llegamos aquí", aseguró la mujer de 36 años.
Impedida de trabajar en tanto resuelve su situación legal, Johanna vende empanadas y arepas en la calle, siempre corriendo de la policía que la remueve de las aceras.
Otros migrantes ofrecen frutas picadas en carritos de comida o esperan a la salida de ferreterías a la espera de conseguir empleo. Otros piden dinero.
Génesis Arteaga, una ecuatoriana de 20 años, se sienta en las ajetreadas aceras de la ciudad con su hija de meses y un cartel pidiendo donaciones. Mientras tanto, su esposo, de 22, busca trabajos temporales en construcción.
"He intentado trabajar en limpieza pero no me dejan por la niña, no me queda más que esto", dijo Arteaga.
Los migrantes tienen que esperar meses antes de poder pedir un permiso de trabajo, y sus casos demoran cada vez más tiempo debido a la saturación del sistema migratorio. Esto incrementa la presión en los gobiernos locales, que tienen que estirar recursos para albergar a los recién llegados.
"Todas estas grandes incertidumbres y su incapacidad de trabajar dentro del sistema para conseguir un nivel básico de supervivencia, hace que algo adicional a esto sea impensable", consideró la activista Alejandra Oliva, quien ayudó a migrantes a navegar las aguas legales en el pico de la crisis
Oliva sostiene que al centrar los esfuerzos en una política represiva, de cierre de frontera, Washington -históricamente- pierde tiempo y refuerzos.
"Este sistema, increíblemente punitivo no funciona", añadió.
Para los recién llegados, la elección presidencial de noviembre se siente ajena. Dicen saber poco o nada de Kamala Harris, pero sí les preocupa una eventual victoria de Donald Trump.
"Se la pasa diciendo que nos va a deportar", dijo la también venezolana Luisa Pacheco, que comercializa frutas en el centro de Chicago los fines de semana. "Esa Kamala tiene que ganar".
Trump ha sabido capitalizar el temor a la entrada de miles de migrantes a diario, con el sentimiento ganando más espacio en la sociedad estadounidense, según encuestas recientes.
Pero, para Oliva, es apenas la forma en la que los estadounidenses están drenando su insatisfacción con la economía.
"Es más fácil culpar a los migrantes que exigirle a los políticos que le han fallado a la gente", dijo.
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