Después de un par de semanas en Corfú siguiendo las huellas literarias de la familia Durrell , este verano también he llegado a la Costa del Sol, donde la familia de mi marido pasa las vacaciones. Como un náufrago en el mar del turismo masivo, me he perdido entre decenas de complejos turísticos idénticos, sin centro ni historia, donde la plaza principal es el supermercado abarrotado de turistas sin camiseta y bares que ofrecen cerveza a todas horas. Entre circunvalaciones que hay que cruzar a pie para ir a la playa, restaurantes chinos y dentistas baratos para extranjeros, he encontrado refugio en paseos solitarios al amanecer, empujando el cochecito de mi hija entre aparcamientos y urbanizaciones, sin dejar de preguntarme...
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