La visita del rey Carlos III a Southport, la ciudad del norte de Inglaterra donde se produjo el apuñalamiento masivo el pasado 29 de julio, ha vuelto a poner el foco en lo realmente importante, en el duelo de las familias de las niñas muertas, en el dolor de los supervivientes, en la unidad y solidaridad de la comunidad, después la violencia y los disturbios de la extrema derecha que conmocionaron el país.
Carlos llegó a Southport a las tres de la tarde, dos semanas después de los disturbios, para expresar en persona su apoyo a los afectados. El ataque se produjo en un centro infantil donde había clases de yoga y música de Taylor Swift, cuando un joven con la cara tapada irrumpió en su interior y empezó a apuñalar niños y a las madres e instructores que trataban de defenderlos. El resultado fue de tres niños muertos de 6,7 y 9 años de edad, y otros ocho niños y dos adultos gravemente heridos que ya han sido dados de alta en el hospital.
El agresor fue un británico de origen ruandés de 17 años, pero, tras los asesinatos, empezó a circular el bulo de que se trataba de un inmigrante de origen musulmán que había llegado en patera y que era un solicitante de asilo. Esto provocó ataques a centros de inmigrantes y mezquitas. Empezaron en Southport y se expandieron por todo el país durante una semana y terminaron con vehículos y bibliotecas quemadas, policías heridos, saqueo de tiendas y cerca de 1.200 detenidos y 600 acusados.
Dos semanas después de los disturbios, el Rey ha visitado Southport. Desde la Casa Real explicaron que Carlos fue informado diariamente sobre el desorden público y que esperaba a que disminuyeran los disturbios para pronunciarse y hacer la primera visita oficial. Carlos y Camila enviaron sus condolencias el mismo día del ataque a las familias afectadas y declararon sentirse «conmocionados», pero nada más. No es habitual que el monarca se entrometa en cuestiones políticas. La difunta reina Isabel visitó las comunidades afectadas por los disturbios de 2011 generados por la muerte de un joven negro en manos de la policía cuando ya se habían calmado los ánimos.
Este silencio y este distanciamiento fueron criticados durante los disturbios por algunos sectores de la sociedad como el grupo antimonárquico Republic, que lo acusó de «cobarde». «Se supone que el monarca es una figura decorativa que une a la nación, pero cuando la nación está en crisis no se le ve por ninguna parte», dijo su líder, Graham Smith. También la historiadora Kate Williams dijo entonces que el Rey debería hablar para promover la cohesión comunitaria.
Esta idea fue rechazada por el historiador Sir Anthony Seldon, que dijo que aquel no era el momento para que el rey como jefe de Estado se involucrara y que era el primer ministro el que debía gestionar la crisis. «El momento para que el Rey hable, si es que lo hace, es cuando todo se haya calmado de nuevo», declaró Seldon a la BBC. Otros expertos constitucionales declararon que no era el momento.
Su visita a Southport empezó en la plaza del Ayuntamiento donde pudo contemplar la grandiosa alfombra de flores en tributo y respeto a las víctimas. Después se fue a tomar el té con las niñas que habían sobrevivido al ataque y pudo conocer a algunos de los héroes que habían quedado olvidados en medio de la violencia posterior como John Hayes, un empresario de 63 años que fue el primero en lanzarse contra el agresor para proteger a los niños y fue malherido en una pierna.
En su momento se acusó a la extrema derecha de no respetar el duelo por los muertos. Después Carlos se dirigió al parque de bomberos donde se encontró con bomberos, personal médico y policía para agradecerles su servicio y también con políticos locales y con líderes musulmanes. La comunidad musulmana fuero objeto de la ira de la extrema derecha. Fue una visita larga a una zona pobre, olvidada, que sigue recuperándose emocionalmente y que agradeció la presencia del rey y el tiempo que les dedicó. El miércoles recibirá en Londres a las familias de las tres niñas asesinadas.