Nunca es fácil desbrozar la senda en la primera fecha de un campeonato como el inglés. Ni siquiera para el potente Manchester City. Y menos si tienes que hacerlo en casa de uno de los gallos de la categoría, el Chelsea. Pero el equipo de Pep Guardiola es una máquina bien engrasada, preparada para sobrevivir sin piezas fundamentales como el español Rodri , todavía recuperándose de una leve lesión y de una larga temporada. El City ganó ayer (0-2) y se instala desde el pitido inicial en la zona alta de la clasificación de la que hace mucho tiempo que nadie le baja. El Chelsea es un vagón de metro en hora punta. Tiene más de 40 jugadores en la plantilla, así que la actualidad del equipo gira en torno a la lista de convocados para cada cita. O, mejor dicho, a la nómina de los descartados. Ayer, sin ir más lejos, Gallagher, Lukaku, Kepa o Sterling fueron cuatro de los 14 que no se vistieron. El club inglés busca soltar lastre, pero todos esos futbolistas prescindibles tienen jugosos contratos en vigor y no están dispuestos a irse a cualquier precio. De ahí que Sterling, talentoso internacional inglés, lo dejase claro por escrito ayer mismo. Tras saberse excluido, publicó un comunicado en el que recuerda que «tiene contrato con el Chelsea para los próximos tres años» y que «quiere rendir al más alto nivel para el club y sus aficionados». Semejantes circunstancias internas no se antojan las más apropiadas para estrenar un nuevo curso ante el vigente campeón del torneo y máximo favorito a repetir título. Realmente, esa diferencia de ánimo entre unos y otros pareció pesar a los locales de saque. Durante los compases iniciales, el Manchester City, sin florituras, se mostró sereno, dominador y seguro de sí mismo ante un Chelsea soso y apocado. Paradójicamente, el gol de Haaland (m. 18), lejos de rubricar esa sensación, sacudió el ánimo de los londinenses. No es que los muchachos de Guardiola se relajaran. Siguieron a lo suyo, con esa eterna fe en la posesión del balón y la vista permanentemente afilada y enfocada en el área rival. Sin embargo, el Chelsea no claudicó. Se remangó, ajustó los marcajes, recuperó varios balones y lanzó tres o cuatro avisos en forma de ataques y contraataques prometedores. Pero a este Chelsea le sobran jugadores y le falta gol. Y, sobre todo, carece de suerte. Tuvo oportunidades medio claras de marcar en la primera parte y un par de ocasiones diáfanas tras el descanso, pero no supo aprovecharlas. Mal negocio cuando enfrente tienes a tipos como Haaland y Kovacic. No son los más estéticos del City. Son más bien los estibadores que, en tardes como la de ayer, cargan sobre sus hombros el peso del partido y, si hace falta, el de de toda la ingente nómina de futbolistas que cobran su sueldo en Stamford Bridge. El noruego abrió el marcador a base de vigor, superando a Cucurella —que acabó el partido lesionado— en el área pequeña. Y el croata cerró la cuenta tras una enérgica galopada y un derechazo inapelable.
