El manejo que las autoridades del Ministerio de Educación Pública (MEP) han dado a los asuntos referidos al equipamiento tecnológico deja un sinsabor respecto a su capacidad para asumir la formación tecnológica.
Tres hechos puntuales señalan debilidades en la planificación y la administración de los proyectos de adquisición y uso de dispositivos. Primero, en el primer semestre del 2023 el MEP definió el presupuesto para el 2024, por lo cual la directora de Recursos Tecnológicos, encargada del Programa Nacional de Formación Tecnológica, y las autoridades del MEP solicitaron a Hacienda incluir poco más de ¢8.500 millones para la compra de equipos de comunicación.
Si fue previsto, y se tenía claridad en que este tipo de adquisiciones toman varios meses en concretarse, resulta incomprensible que en abril del 2024 la directora renunciara a ejecutar estos recursos, alegando que no tendrían el tiempo suficiente para tramitar la compra.
Las autoridades del MEP sostienen que se trata de redirigir recursos; sin embargo, no hay que ocultar que la renuncia obedece a falencias de planificación y gestión.
Segundo, también en abril del 2023, el MEP decidió no dar continuidad al convenio con la Fundación Omer Dengo, encargada de comprar, entregar y dar asistencia técnica informática. Cuatro meses después, el MEP ni siquiera había retirado las 50.000 computadoras y los 160.000 dispositivos conexos, y a la fecha se desconoce si ya lo hizo.
Finalmente, a solicitud del MEP, en el 2021 la Superintendencia de Telecomunicaciones (Sutel) adquirió 86.000 computadoras para entregar a 3.000 escuelas, que las recibieron entre el 2022 y el 2023. Hace pocos días, la Sutel reveló que menos de la mitad de los dispositivos han sido encendidos y conectados a internet.
Mientras la Sutel conoce de este hecho en tiempo real por el software de monitoreo incluido en los dispositivos, la ministra de Educación lo desestima señalando que revisarán una a una las computadoras para verificar la veracidad de esta información.
Si le sumamos que en este 2024 apenas la tercera parte de las escuelas y los colegios recibiría el programa de formación tecnológica, el panorama para los estudiantes no es el más alentador.
El autor es economista.
