No me planteé jamás que este pensamiento podría pasar siquiera por mi cabeza. Y, sin embargo, aquí está. Ha llegado con crudeza y ferocidad: hoy me avergüenzo de España. Es una emoción que querría arrancar de mi cabeza, pero imposible. Es más fuerte que yo. Me inunda una irrefrenable necesidad de que nadie me relacione con este sistema. Una angustia de nacionalidad, un rechazo de pertenencia a este conjunto. Hoy necesito que no me engloben, por favor, en este esperpéntico e indefendible escenario político y policial . Supongo que este gusanillo del desencanto que me recorre el cuerpo es el mismo que un día picó a los independentistas. El aguijón del rechazo, de la huida de la bandera central. Hasta...
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