Detrás de una medalla olímpica no hay sólo esfuerzo, también hay ciencia y especialmente en una embarcación que lleva muchos años trabajando junta y puliendo cada detalle con esmero. Nada es casual en el K4 español: cada palista tiene una función específica y distinta aunque trabajen por un objetivo común tan simple de plantear como difícil de ejecutar: que un kayak de 11 metros de longitud y 30 kilos de peso –y nada asequible, estas embarcaciones de fibra de carbono cuestan un mínimo de 9.000 euros– avance lo más rápido posible y de la manera más fluida sean cuales sean las condiciones del agua, siempre cambiantes porque incluso en canales artificiales el viento genera oleajes.
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