El malo de la película en los Juegos, al menos para el público francés, se llama Joel Embiid. El pívot de los Sixers, uno de los estrellones de la NBA que ha reclutado el «Team USA», tenía hace tiempo la posibilidad de elegir tres selecciones para competir en el baloncesto FIBA: Camerún, su país de origen, Francia, cuya nacionalidad posee desde 2022, y Estados Unidos. Los anfitriones soñaban hace tiempo con un juego interior desbordante de kilos, centímetros y talento con Wembanyama, Gobert, Lessort, Poirier, Yabusele y Embiid. Y lo hacían con fundamento.
Hace dos años Embiid escribió una carta al presidente Emmanuel Macron poniéndose al servicio del baloncesto galo. «Conozco su sincero interés por el baloncesto y su desarrollo y, en general, por el deporte que honra a Francia. Tras conversaciones con la Federación Francesa de Baloncesto, ya he tomado mi decisión. Me gustaría realizar los trámites para obtener la nacionalidad francesa y así poder ser seleccionado por los Blues. No deseo jugar en ninguna otra selección nacional», aseguraba en su escrito. «Sería un inmenso honor unirme al equipo francés para participar en las próximas grandes competiciones internacionales, en primer lugar los Juegos Olímpicos de 2024. Mido la solemnidad de mi solicitud, lo que representa, lo que significa, pero también, en ciertos aspectos, su duración y su complejidad con respecto a los criterios habituales para la concesión de la nacionalidad. Le ruego, señor presidente, acepte el testimonio de mi más alta consideración», apuntaba.
Y además enumeraba una serie de «méritos» para lograr la nacionalidad. Incluía la mención a sus orígenes, sus recuerdos de infancia, sus vacaciones, los familiares que conserva... «Voy regularmente a París, donde deseo adquirir una segunda residencia», finalizaba Embiid. Todo apuntaba a que se pondría a las órdenes de Vicent Collet, pero las gestiones de la Federación estadounidense y el favoritismo del «Team USA» en los Juegos hicieron el resto.
En la primera fase en Lille, Embiid ha sido más protagonista por los abucheos y su reacción que por su papel en cancha. Apenas jugó ante Serbia (4 puntos), no lo hizo frente a Sudán y ante Puerto Rico anotó 15 puntos en poco más de 22 minutos. En este partido no sólo soportó los abucheos sino que los alentó desde el centro de la pista. Y es que él está encantado. «Siempre me ha gustado. Al final del día, creo que mucha gente piensa que es odio. Yo lo veo como amor y como un signo de respeto. Si no fuera un buen jugador de baloncesto, no recibiría ese tipo de trato. Así que me considero bendecido, y por eso interactúo con ellos. No es nada que no haya visto antes», asegura un jugador que ha recibido un tratamiento similar en escenarios como el Madison Square Garden de los New York Knicks o el TD Garden de los Celtics.
A Estados Unidos, después de deshacerse de Brasil, le espera Serbia. Ambos ya se vieron en la primera fase. Con Nikola Jokic en pista el balance fue 81-81, sin el pívot de los Nuggets el parcial fue de +26 para Estados Unidos.