Todo estaba preparado en la final de 1.500 metros para uno de los grandes duelos del atletismo. «Podemos vivir la final más brutal que hemos vivido en mucho tiempo», avisó Josh Kerr antes de los Juegos. El escocés y Jakob Ingebrigtsen habían alimentado su rivalidad desde que el escocés batiera al noruego en la final del Mundial de Budapest en 2023. Pero las carreras se ganan en la meta, no en las salas de prensa, y el oro olímpico fue para el estadounidense Cole Hocker , que hizo la carrera de su vida en el momento adecuado, en una final de unos Juegos . Su estrategia fue perfecta. Se pegó a los favoritos, aguantó el tremendo ritmo que impuso Ingebrigtsen y a falta de 150 metros, cuando llegó el ataque que se suponía ganador de Kerr, se coló por dentro, pegado a la cuerda, y en un mano a mano espectacular el joven de 23 años de Indiana se presentó al mundo como el atleta que el mismo día batió a los dos grandes favoritos de la gran distancia del mediofondo. La final dejó varias lecturas, pero la más dolorosa se la lleva el talento noruego, que una vez más, y ya son tres consecutivas, tropezó en la misma piedra y esto ya no es casualidad. Ingebrigtsen venía de correr en Mónaco en 3.26.73 y demostrar que es el más rápido de todos los que compiten en el 1.500. Pero otra cosa es traducir esa superioridad en una final, sin liebres, donde el noruego sabe que tiene que asumir el mando porque todos se pegan a su estela e intentan jugar la carta que descubrió hace dos años Jake Wightman en el Mundial de Edmonton y que repitió un año después a la perfección Kerr en Budapest. La lucha psicológica entre los favoritos llegó hasta la presentación previa. Sale Kerr y gesticula tras sus gafas. 'Yo aquí y ahora', viene a decir en su mensaje a la cámara. Después sale Ingebrigtsen. Y señala y dice que es el número uno. Pero después, a las órdenes del juez de salida, todo eso queda al margen y toca correr y poner sobre la pista las estrategias de cada uno. Consciente de que su velocidad terminal no le lleva en los últimos tiempos a ganar títulos, el noruego optó por tratar de reventar a sus rivales a ritmo . Puso a todos en fila de uno y que me siga el que pueda. Pasó los 800 metros en 1.51.38 y el mil en torno a 2.20, y en la vuelta final pareció marcharse de sus rivales. Pero a falta de 200 metros su motor pareció empezar a perder gas . La lectura es la misma. En un mitin tiene liebres al menos hasta el 800 o el 1.000, pero este martes tuvo que hacer todo el gasto mientras sus competidores van tras él, y eso tiene un precio a pagar. Tanto que se vio superado por dos balas como Hocker y Kerr, mano a mano en busca del oro. El escocés pareció tener la final en su mano, pero el estadounidense llegó más fresco de piernas a esos 50 metros finales. Eso y ver la gran oportunidad de su vida tan cerca le dio ese plus que le llevó a convertirse en campeón olímpico cuando hace un año en el Mundial de Budapest había sido séptimo con 3.30. El hundimiento de Ingebrigtsen en los metros finales fue tal que incluso fue superado por Nuguse para quedar fuera del podio olímpico . Una decepción enorme para un fenómeno del atletismo que vivió uno de los días más duros de su carrera deportiva. A los ojos de los aficionados, el fenómeno Ingebrigtsen se volvió más vulnerable que nunca. Y el juego mediático previo con su rival Kerr quedó en nada. Porque el oro estaba en el cuello de un nuevo talento de Indiana de 23 años, que dio la sorpresa de los Juegos.