Fue una imagen fugaz, una anécdota, una reacción iracunda de una noche de verano, pero al mismo tiempo un hecho muy significativo que ilustra que la relación entre la Real y
Sadiq ya se torna irreconciliable. Tras el encuentro ante el Rennes, el nigeriano colgó una foto en su cuenta de Instagram con su dedo corazón estirado y todos los demás recogidos, lo que viene siendo un peineta. Se entiende que fue un gesto de respuesta a las críticas que de nuevo había recibido el delantero pese a que en esta ocasión apenas jugó cinco minutos y no tuvo tiempo para hacer nada. En el choque anterior sí había fallado otro gol a puerta vacía, como los de la semifinal copera en Mallorca. Enseguida borró
Sadiq la lamentable instantánea, lo que no resta trascendencia a una reacción injustificable, reprochable, que nunca se debería permitir en la Real. Parte de la afición no le perdona que no haya querido salir y, fichar, por ejemplo, por el Getafe para permitir el cambio de cromos con
Mayoral -con
Sola y
Rico prácticamente era un trueque sin más compensación económica-. El jugador es libre para rechazar propuestas y es normal que no quiera cambiar Donostia por el Sur de Madrid y la Real por el Getafe. Pero tampoco se sabe muy bien qué es lo que quiere: pidió salir, pero ahora se resiste. Imanol perdió la confianza en el ariete hace muchos meses, una parte de la hinchada ya está cruzada con él y parece difícil que esta relación termine siendo próspera. Quizá el error fue ficharle por seis años y 20 millones en 2022. Impropio de esta Real, precipitado por la venta de
Isak.
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