Durante el año que pasó, los mercados estadounidenses mostraron una capacidad notable para desestimar riesgos internos y externos que afectan el bienestar de la economía y el funcionamiento del sistema global económico, financiero y de comercio internacional.
Este desacople entre el riesgo y el sentimiento de los mercados es resultado de tres factores: la fe en las posibilidades ilimitadas de ciertas empresas tecnológicas, una extendida confianza en el excepcionalismo económico estadounidense y la firme creencia en que la Reserva Federal de los Estados Unidos estará allí para sostener los activos financieros. Pero últimamente, dos de estos factores han estado bajo presión, con lo que la permanencia de cualquier perspectiva positiva se torna más dependiente del tercero.
El año pasado se produjeron diversos hechos que normalmente hubieran provocado volatilidad y una tendencia general bajista en las bolsas. La guerra entre Hamás e Israel (y las estremecedoras imágenes de la pérdida a gran escala de vidas civiles inocentes y destrucción masiva de medios de vida e infraestructuras físicas) aumenta la probabilidad de un conflicto regional, que podría alterar todavía más el transporte marítimo y el comercio internacional y provocar un encarecimiento del petróleo.
Además, la relación chino-estadounidense está cada vez más tensa. El aumento de las restricciones de Estados Unidos a las exportaciones de tecnología a China obliga a otros países a moverse en un campo de sanciones secundarias cada vez más complejo. La campaña presidencial en los Estados Unidos ha sido un recordatorio general de la posibilidad de que vengan nuevas olas de aranceles contra aliados y adversarios tan pronto como el año entrante. En tanto, elecciones nacionales y regionales han debilitado a los partidos moderados de centroizquierda y centroderecha en países europeos clave.
La capacidad de los inversionistas para pasar por alto estos hechos no puede atribuirse sin más a la vieja letanía de que “los mercados no son la economía (y viceversa)”. Más bien, lo que ha mantenido aislados a los mercados es la combinación de los tres factores mencionados antes.
El primero (una confianza creciente en ciertas empresas tecnológicas) refleja el impacto de la revolución de la inteligencia artificial (un shock tecnológico histórico que todavía está cobrando impulso) y las grandes esperanzas que suscita; y su efecto directo se manifiesta en las enormes alzas de las bolsas estadounidenses. Pero estas se han debido ante todo a un puñado de empresas tecnológicas que tienen conexión inmediata con los nuevos modelos de IA generativa y predictiva y con el hardware y la infraestructura que les sirven de apoyo.
Estas empresas han mostrado subidas exorbitantes de sus cotizaciones. El principal ejemplo, por supuesto, es Nvidia, cuya capitalización de mercado se disparó, de menos de $300.000 millones a finales del 2022 a más de $3 millones de millones en junio de este año. Otros ganadores incluyen empresas tecnológicas ya dominantes como Alphabet (Google) y Microsoft.
La fascinación de los mercados con estas empresas no solo es comprensible, sino también fundada. Están en la vanguardia de una revolución tecnológica que transformará de raíz mucho de lo que hacemos y el modo en que lo hacemos. Los productos y servicios que están lanzando prometen aumentos de productividad generalizados, con capacidad para mejorar las perspectivas no solo de algunas empresas, sino de economías enteras.
Pero aunque las razones para ser optimistas respecto de estas empresas siguen siendo fuertes, el marcado aumento de sus cotizaciones ha despertado un debate acerca de si no sería conveniente una pausa. Al fin y al cabo, un entusiasmo tan desatado puede terminar en una costosa burbuja, cuyas consecuencias no se limitarían necesariamente a un sector o a una economía.
También está bajo presión la confianza en la continuidad del excepcionalismo económico estadounidense. Aunque el gasto en consumo general por ahora se mantiene firme, las familias de menos ingresos ya están bajo presión considerable, lo mismo que las pequeñas empresas.
De modo que mucho dependerá de lo que suceda en el mercado laboral de los Estados Unidos (por su función central para los ingresos, el gasto y la seguridad financiera). Y en esto los datos son ambiguos; algunos indicadores (por ejemplo la tasa general de desempleo) empiezan a enviar señales de alarma.
Estos hechos aumentan la importancia de la política monetaria de la Fed. El supuesto general entre los inversionistas es que “la Fed nos cubre las espaldas”. Esta creencia en lo que se denomina el put de la Fed se manifiesta en la expectativa de que cualquier desaceleración económica o cualquier período de volatilidad excesiva en los mercados originarán una veloz flexibilización de la política monetaria.
Las reacciones de la Fed frente a crisis de las dos últimas décadas (desde la debacle del 2008 hasta la pandemia de covid‑19) han reforzado esta dinámica conductual en los mercados estadounidenses, así como lo ha hecho su respuesta a episodios menores de turbulencia como el del cuarto trimestre del 2018.
¿Se puede seguir confiando en el put de la Fed? Sí, pero solo en la medida en que la Fed pueda ver más allá de su deseo explícito de bajar la inflación hasta la meta del 2% lo antes posible. Esto implica bajar los tipos de interés en los próximos dos meses para evitar una política monetaria demasiado restrictiva que podría causar un daño innecesario al empleo y la economía.
De hecho, una política de esa naturaleza puede debilitar todavía más los dos primeros factores, con lo que para los mercados sería mucho más difícil seguir desestimando las cada vez más numerosas fuentes de incertidumbre dentro y fuera de los Estados Unidos.
Mohamed A. El-Erian, rector del Queens’ College en la Universidad de Cambridge, es profesor en la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania, autor de The Only Game in Town: Central Banks, Instability, and Avoiding the Next Collapse (Random House, 2016) y coautor (con Gordon Brown, Michael Spence y Reid Lidow) de Permacrisis: A Plan to Fix a Fractured World (Simon & Schuster, 2023).
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