Escuchar a Alcalá Norte es trasladarse a un festín de dioses griegos con barra libre de callos y bravas. Es el caos de barrio que se exalta al pisar Malasaña, el verso erudito y corrompido por el jocoso descaro de la batería. Alcalá Norte es aspirar a la vida cañón como última opción, y conseguir acariciarla, pellizcarla. El grupo del barrio madrileño de Ciudad Lineal se ha convertido en la banda del momento gracias a un disco que, apunta a este diario el cantante, Álvaro Rivas, «lo grabamos como medida desesperada». Hace un año la formación –fue fundada en 2019– perdió a una teclista y un guitarrista «que nos dejaron tirados, con más o menos tacto», apunta. Fue entonces cuando Jaime Barbosa (batería) y Rivas, fundadores del grupo de rock alternativo, «decidimos grabar el disco, empujados por Carlo Elías, y sin saber cómo lo íbamos a pagar, confiando en que después vendría todo rodado, aunque sonase a cuento chino». Pero el tiro dio en el centro de la diana, pues su primer álbum, «Alcalá Norte», ha pasado de ser «al cien por cien una forma de supervivencia» a dejarles por delante «un futuro muy apetecible», apunta Rivas.
Alcalá Norte, que tuvo que pelear poder presentar el álbum en alguna sala madrileña –finalmente actuaron en la Sótano–, de repente se vieron en los carteles del Primavera Sound o del Bilbao BBK Live. Las entradas para su gira de salas, que arranca tras el verano, se venden como el agua fría en olas de calor. «Antes nadie creía en nosotros, y ahora hay gente trabajando para que todo nos vaya bien. Pero no cambiaría nada, no me atrevería a tocar nada del pasado», apunta Rivas, consciente, tanto él como su banda –con él y Barbosa la completan Juan Pablo «Juampi» (guitarra), Pablo Prieto «Admin» (bajo), Laura de Diego (teclados) y Carlos Elías «Dr. Rock» (guitarra)–, de que «ahora somos una promesa». La vorágine que están viviendo con su primer disco les sirve «para cerrar una gira de otoño más ambiciosa de lo que nunca creímos», apunta Rivas, a la vez que trabajan en «recaudar lo que buenamente se pueda. El objetivo es que esto no acabe en pérdidas, aunque es difícil hacerlo sostenible, pagar los sueldos de todas las personas que están en este proyecto. Estamos en una fase de pura inversión, pero es que si no pasamos por las 30 y pico salas que vamos a visitar, no tenemos futuro como banda. Es una apuesta necesaria», define.
Mientras llena espectáculos, el artista está «desarmando mi carrera laboral. Estudié derecho y economía, aprendí diseño de software y análisis de datos, y trabajo circunstancialmente en un broker de seguros». De lo que no ha recibido clases, confiesa, es de música: «No he obtenido formación de ningún tipo, más allá de que me enseñaran a tocar la flauta dulce en el colegio. Antes de Alcalá Norte, la música era un hobbie, y ahora se aproxima a la profesión». Pero lo que se respira cuando se sitúan en lo alto de un escenario es un desarrollo positivo, una prometedora dedicación, una juerga rockanrolera entre amigos. Se van entendiendo, coordinando, y no se les complica transmitir sus disparates mitológicos a los espectadores. «Estamos poco a poco encajando en el tablero, pero aún queda trabajo. Somos optimistas, y sabemos que debe haber una definición de errores muy clara. Que se entienda quién tiene más peso al tomar decisiones», plantea el artista.
El que escribe sus impactantes y narrativas letras, quien se encarga de pegar cañonazos a base de versos, es el propio Rivas. Dice que no encuentra mayor inspiración que en su biblioteca, y que lo que figura en el álbum «es un batiburrillo de maquetas y letras que teníamos. A partir de ahí teníamos que crear un concepto, pero supongo que será en el tercer o cuarto álbum cuando ya, sabiendo el público lo frikis que somos, tengamos una idea mucho más definida». Hasta el momento, ofrecen en canciones como «La sangre del pobre», «La vida cañón», «Langemarck» o «Westminster» toda una mezcla de deseos y caprichos: «Quirze y Diego, que han diseñado y ejecutado la portada del álbum, piensan que estamos plagados de mitología. Que en ocasiones somos bélicos, en otras más religiosos y sagrados. Que a veces nos pegamos a lo local y a la costumbre...». Añade Rivas que poco a poco se van descubriendo, aunque sí señala que es «Dionisos el dios clave de este disco. Aunque muchas letras vienen de lecturas concretas que me impactan». El artista lee a León Bloy, a Enrique Ocaña o a Antonio Escohotado. Mientras, se imaginan en plenos años 70 para buscar las razones de su sonido. Y continúan, paso a paso, y avanzando a la desesperada.