Ya habían pasado cosas, y no pocas, pero es que en el cuarto. El cuarto de la tarde. De la tarde de El Puerto. Morante, qué cosa, la vida. Morante de la Puebla paró al Cuvillo, que por cierto echó una buena corrida, con los talones cosidos a la arena, las muñecas mecidas por la gracia de Dios, la templanza de otros tiempos y unas apreturas inauditas si tenemos en cuenta que el toro recién salía de toriles. Que empezaba el toro y se acababa el mundo. Qué tío, qué manera de ser delante del animal. La torería se consumó en un segundo inolvidable, apenas un lance, qué lance, no se puede torear ni más despacio ni más apretado ni más emocionante. Se desmonteraron Curro Javier y Alberto Zayas.... De rodillas el comienzo, espectáculo en los cambio de mano, el toreo resucita en las manos de Morante. Colosal la primera tanda diestra, muy reunida, más amontonado después hasta acabar desdibujándose con un toro punto brutote, pero entre una cosa y la otra, cada regalo... Se había gozado de largo. Efectivo con la espada y medido con los tiempos. Una estocada y trofeo. El peso del toreo. La Historia del Toreo.
Y lo cierto es que ya había dado igual. Las prisas con las que hubiéramos llegado al lugar. En este caso a El Puerto de Santa María o las muchas dificultades para dejar el coche en algún sitio con la mínima seguridad de que a la vuelta estuviera, cuando suena el clarín y se abre de capa Morante la vida es otra. Viene desde Santander, en este nuevo regreso, en esta búsqueda de vida, con una puesta en escena que tiene un pulso tremendo. La torería y los tiempos de siempre, con un punto más. Con un embroque descomunal. Ante el primero no fue la faena perfecta ni tan siquiera compacta. Tan solo pinceladas, pero la trinchera del comienzo y los retazos que dejó fueron un dibujo de un óleo de los buenos, porque no hay resquicio para la mentira cuando apuestas por el toreo de verdad. Y luego ocurre que andas menos fino en el final del muletazo, que al toro le falta fondo o medio tranco. Luego ocurren cosas, pero la magia está servida.
El segundo Cuvillo fue franco y repetidor. De ahí que le dejara a Roca Rey explayarse en una primera parte de la faena que quiso el peruano hacer el toreo clásico, pero le cuesta conectar con los tendidos. Quizá las prisas en el pulso, lo mecánico, pero es infalible cuando llega a la segunda parte y es capaz de pasarse al toro cerca, de dominarse primero para acabar controlando su mundo y la escena. Y entonces ahí la gente entra de lleno.
Expuso Roca con el quinto en el quite, capote a la espalda, y en el comienzo de rodillas, pasándose, además, al toro por detrás. Esta sí que fue una faena cien por cien con su sello y metió a la gente en ella de principio a fin. El de Cuvillo tenía buen fondo, pero le faltaba un tranco, el que puso Roca para llevarle un poco más allá. Tras la estocada, en plena alegría generalizada, el doble premio.
El prólogo de faena de Ginés Marín fue premonitorio de lo que estaba por venir: belleza, torería e inspiración. Fue un buen y bravo Cuvillo, que tuvo delante a un buen torero. Cuajó Ginés al toro sin buscar atajos, en el deleite del temple, del buen trazo del muletazo y entre una cosa y la otra, la inspiración. Muy centrado, serio y de verdad con el de Cuvillo, al que mató con una estocada punto trasera y paseó trofeo. De oficio tiró con el sexto, que tuvo nobleza y fue un punto rebrincado. Serio y centrado con el toro, que acabó por circulares y más amontonado.
Morante nos había agarrado el corazón, qué buen torero es. Roca Rey se fue a hombros tras haber dado al público lo que había venido a ver y Ginés lo gozó con el tercero y encontró menos emociones con el último. Pero la tarde de El Puerto había sido grande.
El Puerto de Santa María (Cádiz). Se lidiaron toros de Núñez de Cuvillo. El 1º, noblón y a falta de un tranco; 2º, bueno con movilidad, franco y repetidor; 3º, bravo; 4, franco pero a menos; 5º, noble; 6º, noble y punto rebrincado.
Morante, de burdeos e hilo blanco, media baja, descabello (saludos); estocada (oreja).
Roca Rey, de tabaco y oro, estocada, descabello (oreja); estocada, descabello (dos orejas).
Ginés Marín, de verde y oro, estocada (oreja); pinchazo, media, descabello (palmas).