El crecimiento del PIB hasta junio proyecta un crecimiento de 1,64% al cierre del año aunque la actividad se estancara en los próximos trimestres. Si el ritmo se mantiene, el avance alcanzaría el 3,28% en el cuarto trimestre, superando la previsión del Gobierno y de las principales instituciones
La economía mantiene el fuerte ritmo de crecimiento y el PIB avanza un 0,8% en el segundo trimestre
“Estamos en una buena posición para cumplir nuestras previsiones de un crecimiento anual del 2,4% [del PIB] para 2024”, afirmó el ministro de Economía, Comercio y Empresa, Carlos Cuerpo, en el último Consejo de Ministros antes de las vacaciones del verano del Gobierno, el martes 30 de julio. “Se mantiene el pulso de crecimiento, y se va a acelerando”, incidió. Hace apenas un par de semanas que el Ejecutivo actualizó sus proyecciones —el cuadro 'macro', que está analizado en esta información—. La afirmación de Cuerpo entra ya dentro de la prudencia, porque la economía de España se enfila a batir de nuevo de todas las expectativas este año.
El mismo martes, unas horas antes de la comparecencia del ministro, el INE (Instituto Nacional de Estadística) publicó el avance de la Contabilidad Nacional del segundo trimestre. La actividad en nuestro país (el PIB) avanzó un 0,8% entre abril y junio, respecto al arranque del ejercicio (de enero a marzo), igualando el crecimiento de ese periodo. En ambos casos, sorprendiendo al alza y liderando a los principales socios de la eurozona, lo que se ha convertido en una constante y apunta a transformaciones estructurales positivas. El avance interanual del PIB (respecto al segundo trimestre de 2023) fue del 2,9%.
Con estos datos, en elDiario.es hemos estimado cuál sería el crecimiento en lo que queda de 2024 si se mantiene este ritmo, si desacelera o si se estanca. En el primer supuesto, el crecimiento al cierre de esta año frente a 2023 sería de casi el 3,3%.
En el segundo supuesto, si la actividad se frena y el crecimiento trimestral se modera del 0,8% del primer y el segundo trimestre al 0,4% en el tercero y el cuarto, el avance del PIB sería del 2,46% al final de 2024, batiendo también la proyección del Gobierno y de las principales instituciones (el FMI, la OCDE, la Comisión Europea o el Banco de España). Este jueves, el Consejo General de Economistas ya superó estas previsiones, y elevó la suya al 2,9% anual en el conjunto de 2024.
“El crecimiento del segundo trimestre, 0,8% en tasa intertrimestral, ha sido mayor de lo esperado, por el buen comportamiento tanto de la demanda interna como la externa, con un incremento de las exportaciones. Las buenas expectativas del sector turístico, la moderación de la inflación en 6 décimas y la robustez del mercado de trabajo hacen prever un incremento similar en el tercer trimestre”, asegura este centro de análisis.
En un tercero supuesto, asumiendo un estancamiento de la actividad en la segunda parte del ejercicio que no está ahora mismo contemplada en ninguna proyección, el avance del PIB al cierre de 2024 sería del 1,64%.
En los tres casos, se mantenga la fortaleza de la economía en términos agregados, se frene o incluso si se paraliza, España liderará a los socios del euro. La foto de los últimos datos 'macro' es contundente, con una destacada bajada del IPC (Índice de Precios de Consumo, que mide la inflación) mensual (en julio respecto a junio) en nuestro país del 0,7%.
“Sigue siendo un crecimiento equilibrado y sostenido, con una muy positiva aportación del sector exterior y anclado en un muy buen comportamiento del mercado laboral y compatible con la moderación de los precios”, explicó Carlos Cuerpo tras el Consejo de Ministros del martes.
Por un lado, “seguimos estando ante una economía que pese al entorno incierto en el contexto internacional, sigue aportando desde el sector exterior con una buena evolución de las competitividad de nuestras empresas”, detalló. En el 'tirón' del sector exterior tiene un gran peso el turismo.
El 'boom' de la llegada de viajeros a España está generando lo que los economistas denominan como “externalidades negativas”, cuya mayor expresión es “el alquiler de uso turístico” y su impacto en la vida de los barrios de las grandes capitales y de los principales destinos de los viajeros y en los precios del mercado de la vivienda. En cifras de Contabilidad Nacional, el turismo supera en más de 15 puntos porcentuales el nivel previo al histórico shock de la COVID.
“Los buenos datos macro también se están trasladando a lo micro, a lo que llega al bolsillo de los ciudadanos, con una recuperación progresiva del poder adquisitivo”, prosiguió el ministro de Economía. Usando datos de la OCDE, resaltó “la evolución de la renta real disponible de lo hogares, donde España se sitúa a la altura de las mejores economías del mundo en cuanto a recuperación de esa capacidad adquisitiva”.
Este aumento de “la renta real disponible” [el dinero que las familias tienen para gastar o ahorrar] se explica por la caída de la inflación, por las subidas de los salarios, por el incremento de otros ingresos —por depósitos en el banco, por alquileres o por el cobro de dividendos, en esta información se descompone la evolución de la renta— y, sobre todo, por la creación de puestos de trabajo.
Cuerpo se fijó en un dato concreto: “El mínimo en el número de hogares que tienen a todos sus componentes desempleados, que está ya por debajo de los 900.000”, según la última Encuesta de Población Activa (EPA). La fortaleza del mercado laboral y la recuperación del poder adquisitivo de los hogares han apoyado el consumo, y están detrás de sus resistencia al golpe de la crisis de inflación.
No todo son buenas noticias. El problema del acceso a la vivienda, directamente relacionado con el estancamiento de la construcción, con la propia inflación —más dañina para los más vulnerables—, el todavía elevado paro estructural y las desigualdades de riqueza y de género ensombrecen las conquistas 'macro'. Mientras, empresas, los centros de análisis más ortodoxos y las visiones neoliberales enfocan sus críticas al débil crecimiento de la productividad del trabajo, con la que niegan las propuestas de reducir la jornada laboral, de seguir aumentando el Salario Mínimo (SMI) y el resto de sueldos o de reforzar los impuestos a los beneficios de las empresas para mejorar las condiciones de los hogares y el Estado de Bienestar y los servicios públicos.
Otro foco de incertidumbre tiene que ver con el regreso de las reglas fiscales de la Unión Europea (UE), que obligan a limitar el crecimiento del gasto público (crucial desde la pandemia) y a dejar el déficit (el desequilibrio presupuestario) por debajo del 3% del PIB. Según se observa en el penúltimo gráfico de esta información, el consumo público se mantuvo en el segundo trimestre, aunque es cierto que ya no presenta las elevadas tasas de incremento de los trimestres anteriores.
“Queda mucho trabajo por hacer, pero las reformas y medidas de política económica están permitiendo mantener unos excelentes datos macroeconómicos, que se están trasladando también a los datos micro, mejorando la situación y perspectivas económicas de familias y empresas”, concluyó Cuerpo.
“Hemos tomado medidas por 120.000 millones desde 2020. Un impulso fiscal sin precedentes para proteger rentas, salvar puestos de trabajos y transformar la economía”, señaló la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, en la defensa en el Congreso del último decreto anticrisis. “En la anterior crisis financiera se aplicaron medidas de austeridad caducadas”, incidió la también ministra de Hacienda.
La debilidad de la inversión de las empresas (en el último gráfico) es otra de las grandes dudas de la evolución de la economía de España. De la inversión depende buena parte del crecimiento futuro, y algunos sectores no han llegado despertar desde 2020. Principalmente, por el encarecimiento del crédito provocado por las subidas de los tipos de interés del Banco Central Europeo (BCE).
Ni siquiera con el estímulo que supone el despliegue del Plan de Recuperación, sobre el que también se ha vertido incertidumbre respecto a su impacto real en la actividad. Este mismo viernes, el Gobierno anunció el desembolso por parte de la Comisión Europea del cuarto pago de los fondos europeos.