Llevó la gente, se llevó el triunfo y seguramente se habrá llevado –sería lo justo– la bolsa de los billetes. Es decir, Roca Rey se lo llevó calentito en la tarde que confirmó las evidencias: vuelve lucir su mejor versión. Después del arranque de temporada más diluido de su carrera, el gallo volvió sacudir sus plumas. Cuatro orejas –un premio a todas luces desorbitado– que lo elevaron sobre la compleja corrida de Juan Pedro Domecq, que dejó la clase en Lo Álvaro para embarcar el fondo de temperamento, la exigencia y una medida entrega. Una tarde, la de Roca Rey, sonreída por la gracia de Juan Ortega, que se inventó una bellísima faena, tirada por el desagüe de su imperdonable...
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