Si las últimas elecciones catalanas las hubiera ganado el independentismo y ahora mismo estuviéramos hablando de la próxima investidura de Pere Aragonès o de Carles Puigdemont , no tendríamos tanto que lamentar como en este momento. Estaríamos haciéndonos cruces por el elevado número de votantes secesionistas que habría y estaríamos echando cuenta de todo lo que podría ceder Pedro Sánchez teniendo a uno de sus socios en la Generalitat: una nueva mesa bilateral, el concierto fiscal, la consulta, etc, etc... Básicamente lo que llevamos viviendo durante los últimos años. Más allá de eso, probablemente, sentiríamos hastío y preocupación ante un grave problema enquistado. Pero no. Ganó Illa y nos alegramos de que el 'procès' se acabaría. Nos regocijamos de que...
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