Un colectivo ha conseguido comprar este espacio cultural con el apoyo de Martin Scorsese, Quentin Tarantino o Leos Carax, que exhibirá películas de catálogo o sin distribución, y con un precio de entrada libre, aunque el nuevo proyecto no convence a una parte de los activistas implicados
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“La paciencia es una virtud”, le dice el personaje de Eva Marie Saint al de Cary Grant en Con la muerte en los talones. El fotograma exacto del diálogo en el clásico de Hitchcock es una de las imágenes que decora el lateral del cine La Clef, en el Barrio Latino de París. La frase que hoy sirve de guiño a todos los que han participado en la lucha para mantener abiertas las puertas de este espacio cultural asociativo, que cuenta con una larga tradición de programación cinematográfica independiente y comprometida.
Un combate que ha necesitado ―además de paciencia― innumerables gestiones, creatividad, la ocupación física de las instalaciones y una gran campaña de donaciones (por un total de unos dos millones de euros). En esta última han participado figuras del cine francés, como Mathieu Amalric, Leos Carax y Adèle Haenel y también artistas internacionales como Martin Scorsese, David Lynch o Quentin Tarantino.
El anuncio del tan esperado compromiso de compra se hizo público a unos días de la primera vuelta de las elecciones legislativas en Francia. “El grave contexto político y la inquietud que despierta, hacen hoy más necesario que nunca que sigan existiendo lugares donde la gente pueda reunirse, reflexionar y construir alternativas”, afirmó entonces un comunicado el colectivo La Clef Revival, que agrupa a los nuevos propietarios.
Unas semanas después La Clef Revival organizó un fin de semana de proyecciones excepcionales, a modo de celebración y de despedida temporal, antes de un cierre de un año para acometer las reformas necesarias. El colectivo espera poder reabrir en junio de 2025, con un proyecto que incluye dos salas de proyección, dos salas de montaje de imagen y sonido (que se alquilarán para generar ingresos) y una cafetería comunitaria.
Las cintas que se exhibirán serán obras de catálogo (que hayan finalizado su periodo de explotación) además de estrenos ―cortos o largometrajes― que no tengan distribuidor, con prioridad a creadores y temáticas alternativos y el precio de la entrada será libre. “La cultura es un bien compartido y la autogestión un modelo emancipador”, defienden.
Fundado a principios de los años 70 por Claude Frank-Forter, en un periodo de la vida cultural en el París que vivía aún el impulso que siguió al Mayo del 68, La Clef fue desde sus inicios un espacio con una vocación social e independiente y una programación abierta a nuevos creadores.
Pero llegada la década de los 80 los problemas económicos obligaron a Frank-Forter a vender y La Clef fue comprado por el comité de empresa del grupo bancario Caisse d’Épargne. No obstante, desde entonces diferentes personas se han relevado en una lucha para mantener abierto al público una parte de este espacio de cultura. Para conservar su carácter independiente y comprometido, a contracorriente de la homogeneización de los espacios culturales.
En los 90 el cineasta Sanvi Panou creó la asociación Images d’Ailleurs, enfocada a dar visibilidad a cineastas africanos y negoció con la sociedad bancaria la reapertura al público de dos de las salas. El cine comienza a recuperar su vocación asociativa y alternativa. Con el tiempo, distintas asociaciones irán tomando el relevo y continúan ofreciendo una programación única en París, orientada hacia el cine de países del Sur global y a cintas socialmente comprometidas.
A lo largo de la pasada década se relanzaron los esfuerzos para adquirir la propiedad del espacio, incluida una tentativa de compra por los propios trabajadores. En 2019 un grupo de cinéfilos, profesionales del cine, colectivos de artistas y la asociación local de espectadores Laissez-nous La Clef inician la ocupación de las instalaciones.
“Una ocupación y no una okupación”, explicaron entonces, con el compromiso de “seguir ofreciendo una programación diaria a precio libre y con la creación de una asociación, Home Cinéma, para proteger a las personas implicadas en procedimientos judiciales [derivados de la ocupación] y para actuar como barrera contra la especulación inmobiliaria”.
Rápidamente reabren el cine al público empezando con una proyección de Attica, el documental de Cinda Firestone, sobre el motín en la famosa prisión neoyorquina. Además de las películas, fomentan las presentaciones por parte de los realizadores, a los que se invita a encuentros y debates con el público.
Sin embargo, en este punto la historia de la recuperación del cine se complica. Las personas directamente implicadas en salvar La Clef se dividen en dos grupos: La Clef Revival y La Clef Survival. “En octubre de 2021, una quincena de ocupantes y toda la dirección de Home Cinéma fueron desalojados violentamente y fueron desposeídos del control de las redes sociales que habían creado”, denuncian desde la asociación La Clef Survival.
La Clef Revival, que se crea entonces ―es la que finalmente ha conseguido la propiedad del cine―, defiende la decisión. “La nueva dirección adoptó una estructura de gobernanza colegiada, más próxima a la forma horizontal con la que funciona el colectivo”, explican. No obstante, los miembros expulsados continúan hoy criticando la decisión, que ha dado pie a un contencioso judicial aún en curso, entre denuncias de “parasitismo” y acusaciones de que los líderes de La Clef Revival están protegidos por los poderes públicos.
“Los responsables de la violenta escisión siguieron ocupando el edificio durante cuatro meses más”, antes de su expulsión definitiva, añade un portavoz de La Clef Survival. “Se quedaron con todo el trabajo de Home Cinéma, se negaron a comunicar públicamente la escisión y ahora son ellos quienes, a través de su fondo de dotación, han comprado el edificio”.
El mismo portavoz denuncia además que el proyecto actual traiciona la visión inicial de Home Cinéma. “Ya no es el de hacer un cine de barrio (habrá una proyección al día en lugar de las tradicionales ocho diarias), además crean oficinas de producción y privatizan dos salas”.
La escisión ha dejado un sabor agridulce en algunos de los colectivos que participaron en la ocupación para salvar La Clef. “El cine La Clef no se ha convertido en un aparcamiento, un supermercado o una sucursal bancaria, algo es algo. A primera vista, deberíamos estar encantados. Deberíamos alegrarnos de que el cine haya pasado a manos del colectivo La Clef Revival”, explicaban Nicolas Tarchiani y Dounia Baba-Aiïssa, dos antiguos empleados de La Clef, en un mensaje publicado en redes sociales. “Sin embargo, dado nuestro conocimiento del cine y de su entorno, no podemos evitar ser escépticos y relativizar ciertos elementos ante lo que, desde fuera, puede parecer un final feliz”.
A pesar de todo, los miembros de La Clef Revival defienden sus decisiones, su iniciativa y su proyecto como “perenne y realista” que “asegura que La Clef siga siendo un cine independiente asociativo y autogestionado”. Una hoja de ruta que, según el colectivo, está basada en la experiencia adquirida sobre el terreno, “en su funcionamiento como asociación voluntaria, abierta a todos; en la gobernanza horizontal dentro de la cual las decisiones se toman colectivamente a diario, por grupos de trabajo rotatorios (administración, recepción, programación, comunicación, apoyo técnico, etc.)”.
Acabada la ocupación, con la expulsión de todos los miembros por las autoridades, fue este colectivo el que canalizó los esfuerzos para conseguir fondos y negociar con Caisse d'Epargne. El año pasado consiguió el apoyo de Martin Scorsese, en una tribuna en la prensa francesa que sirvió de altavoz al colectivo. A finales de octubre de 2023 organizan una subasta en el Palais de Tokyo con un centenar de obras de artistas de todo el mundo (entre ellos, David Lynch, Wang Bing, Pierre Huyghe y Céline Sciamma).
“Lo realmente importante es que podamos defender la libertad artística frente a la homogeneización que está llegando a pasos agigantados”, resumió a Libération la artista parisina Dora Jeridi, que donó una de sus obras a la subasta. “En La Clef pude ver películas que no podría haber visto en ningún otro sitio. Fue un lugar de intercambio y debate sobre el formalismo cinematográfico. Todo lo que los canales tradicionales de difusión no permiten”, dijo.