Veinticinco de mayo de 2006. Fue una noche aciaga. El concierto se celebró un jueves que no era víspera de festivo, detalle que no impidió a Axl Rose (único miembro original) llegar 125 minutos tarde, una enorme falta de respeto si pensamos que muchos fans venían de fuera de Madrid. Llamabas a los promotores y les notabas tan desesperados o más que los 10.000 asistentes: «Estamos flipando. Hace un rato que tenemos al grupo a pie de escenario cagándose en todo. Hemos contratado escolta privada pero a estas horas no pueden poner las luces para abrirse paso entre el tráfico», lamentaban.
Cuando Axl apareció, los asistentes más cabreados ya habían arrancado algunos asientos de plástico del recinto, otros tiraban vasos de cerveza al escenario gritando «gordo», «hijo de puta» o «con Slash esto no pasaba» (Slash es el guitarrista original de la banda). La mayoría bostezábamos como osos y hacíamos cálculos de cuánto iba a costar el taxi de vuelta a casa, ya que el metro estaría cerrado al salir. De manera matemática, cada vez que enlazaba tres temazos clásicos llegaba una ración del desconocido «Chinese democracy» para bajar el entusiasmo. «Chinese democracy» es el disco maldito que llevaban once años prometiendo y que no entregarían hasta dos después de aquel concierto.
El público más cabreado compensó la mala hostia cebándose con el aspecto de la estrella, señalando –entre otras cosas– que parecía su propia figura de cera. Estuvieron dos horas sobre el escenario, pero resulta imposible precisar cuánto tocaron: «Cuando el concierto cogía temperatura, rápidamente lo enfriaban con largas pausas, pachanguitas funk o chistes sin gracia, por ejemplo, en soso guiño a ‘‘Beautiful’’ de Christina Aguilera», escribí en la crónica para este periódico, que se titulaba «Decadentes». La siguiente vez que Axl tocó en Madrid los promotores tenían tanto miedo a un retraso que no indicaron en las entradas la hora del comienzo. Fue en el Palacio de Vistalegre, en octubre de 2010, con ocho mil personas en la plaza. Las entradas indicaban «Apertura de puertas: 18:45». Algún periodista logró sonsacar a la organización que se esperaba al señor Rose en escena a las 20:45. Haciendo honor a su leyenda, pisó las tablas a las 22:50, calcando las dos horas y cinco minutos de retraso de 2006 (en Zaragoza y Chile llegó a hacer esperar tres horas a su parroquia).
¿Cómo es posible este desfase continuo? Guns N’Roses no pueden compararse con otras bandas de rock, aunque solo sea por el hecho de que primer disco, «Appetite for destruction» (1988) despachó la devastadora cifra de 18 millones de copias. Su éxito fue tan delirante que perdieron por completo la noción de la realidad, como explica el guitarrista Slash en sus vibrantes memorias: «Cuando volví de mi primera gira mundial tenía quince millones de dólares en el banco. Después de pagar mi mansión, contraté a un tipo para que incorporase un terrario gigante para serpientes. Le pedí muros de cristal del suelo al techo. Le compré unas escaleras de cristal para ver a las serpientes desde cualquier punto de la casa. Metí unos noventa reptiles en la mansión. Mi problema era que no tenía ni idea de cómo tratar con la gente. Ofrecía rayas al contratista a las ocho de la mañana. Era lo único que se me ocurría para romper el hielo», confesaba.
La vida de Rose fue más complicada, con un padre que abusaba de él de manera verbal y física y unos veinte arrestos antes de encontrar su camino en la industria musical. Durante un concierto de [[LINK:EXTERNO|||https://www.larazon.es/cultura/guns-roses-actuara-verano-2023-madrid-vigo_2023022263f5d31aaf4bff0001644a30.html|||Guns N’Roses]], Axl presionó a Slash para que reconociera en escena que era adicto a la heroína si quería que el espectáculo continuara. Lo hizo. ¿El mayor retraso de Axl a la hora de saltar a un escenario? El 8 de agosto de 1992, durante una gira compartida con Metallica, el cantante de este grupo sufrió un accidente con fuegos artificiales y tuvieron que llevarle al hospital. El promotor pidió a Guns que adelantaran su salida pero Axl se colgó…cuatro horas. Además, tocaron mucho menos de lo habitual, solamente sesenta minutos, porque el divo no estaba contento con el sonido del Olympic Stadium de Montreal. Por supuesto, hubo disturbios entre el público.