Cantaba Luis Lucena eso de españolear, y yo el sano concepto del españoleo me lo he tatuado en las glándulas cerebrales o por ahí. A españolear se empieza con uno mismo mirando de soslayo a Rufián, mientras a este le da una alferecía cuando le españolean entre bromas en el damero de calles de Madrid. Con lo españolazo que es, que lo sabe, ahí anda, voz de no sé qué conciencia de barrio de ladrillo visto y cabalgando, él sí, sus contradicciones de sangre y cunas. Ha creado una marca, un Pijoaparte preocupado por Palestina y por la frase lapidaria, y de ahí no hay quien saque al pollo y así pasen los años. Españolear en el tiempo estival da...
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