Morir de calor por ver saltar a
Nadal sobre la arena batida de Roland Garros, verle reír de felicidad, satisfecho, cansado, deshidratado, con su camiseta roja pegada al cuerpo. Morir de calor por ver desde una tribuna abarrotada feliz a Nadal, que continúa adelante en su aventura de dobles con Carlitos Alcaraz después de abrumar en el Super Tie-break a la pareja holandesa.
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