Muchos noruegos se sienten culpables, dice Elisabeth Oxfeldt. Y a esto se le denomina «escandiculpa».
La profesora de literatura escandinava de la Universidad de Oslo asegura que los noruegos ricos contrastan cada vez más sus cómodas vidas con las de las personas que pasan apuros, sobre todo en el extranjero.
“Hemos visto el surgimiento de una narrativa de culpabilidad sobre las vidas privilegiadas de las personas en un mundo donde otros sufren”, comenta.
Gracias a sus importantes reservas de petróleo, las mayores de Europa después de las de Rusia, Noruega es uno de los países más ricos del mundo.
La fortaleza de su economía, medida por los miembros de su población, es casi el doble de la de Reino Unido, e incluso mayor que la de Estados Unidos.
Noruega tiene incluso un superávit presupuestario: su ingreso nacional supera su gasto. Esto contrasta marcadamente con la mayoría de las demás naciones, que tienen que pedir dinero prestado para cubrir sus déficits presupuestarios.
Oxfeldt es experta en cómo los libros, películas y series de televisión escandinavas reflejan la cultura de su tiempo, y señala que cada vez más ve que estos medios exploran la culpabilidad de los noruegos por la riqueza.
“Al observar la literatura, las películas y las series de televisión contemporáneas, descubrí que el contraste entre el yo feliz, afortunado o privilegiado y el “otro” sufriente generaba sentimientos de culpa, inquietud, incomodidad o vergüenza”.
“No todo el mundo se siente culpable, pero muchos sí”, añade Oxfeldt, que ha acuñado el término “Scan guilt”, algo que en español se traduciría como «escandiculpa».
En los dramas noruegos recientes aparecen historias de miembros de la “clase ociosa” que dependen de los servicios que prestan los trabajadores inmigrantes que residen en apartamentos en sus sótanos.
O mujeres que se dan cuenta de que han logrado la igualdad de género en el lugar de trabajo gracias a sus niñeras mal pagadas de países pobres que cuidan a sus hijos, argumenta Oxfeldt.
La vida tiene la costumbre de imitar al arte. En marzo, el gobierno noruego dijo que había dejado de conceder permisos de trabajo a las niñeras del mundo en desarrollo. El periódico sensacionalista VG había calificado a la práctica de esclavitud.
El sentimiento de culpa del pueblo noruego también ha sido alentado por una variedad de personas y organizaciones ansiosas de cuestionar si la riqueza de Noruega se basa en prácticas éticas.
En enero de este año, el periódico Financial Times publicó un informe especial que reveló cómo el aceite de pescado elaborado a partir de pescado entero molido capturado en las costas de Mauritania en África se usaba como alimento para las extensas granjas de salmón de Noruega.
El pescado noruego de piscifactoría, que venden en los principales comerciantes de Europa, “está dañando la seguridad alimentaria en África occidental”, aseguró el periódico.
El grupo ambientalista Feedback Global insistió en que “el apetito voraz de la industria noruega del salmón por el pescado salvaje está provocando la pérdida de medios de vida y la desnutrición en África occidental, creando un nuevo tipo de colonialismo alimentario”.
El gobierno noruego respondió que quería “garantizar un alimento sostenible”. Y estaba trabajando para “un mayor uso de materias primas locales y más sostenibles”.
De hecho, Noruega dice que está ansiosa por impulsar una transición hacia una economía verde. Así pues, garantizar que la acuicultura sea sostenible será esencial a medida que el sector petrolero se reduzca para dar paso a un llamado “cambio verde”.
Esto debería liberar fondos, tecnología y mano de obra para sectores marítimos quizás más preparados para el futuro; como la energía solar y eólica marina y la producción de algas para alimentos y medicinas.
Pero, al menos por ahora, esto no será suficiente para silenciar a los críticos de la lucrativa industria petrolera de Noruega.
Los activistas climáticos se oponen a que se sigan realizando perforaciones en busca de petróleo y gas.
Otros críticos dicen que Noruega depende demasiado de sus ingresos petroleros.
Por un lado, gracias a la riqueza derivada del petróleo y el gas, las horas de trabajo en Noruega tienden a ser más cortas que en la mayoría de las economías comparables, sus derechos laborales son más sólidos y su sistema de bienestar más generoso.
No sorprende entonces que Noruega haya sido durante mucho tiempo uno de los países más felices del planeta, según el Informe Mundial de la Felicidad. Actualmente está en el séptimo lugar.
Pero, por otro lado, la “absoluta dependencia de Noruega de los ingresos del petróleo” ha dado como resultado un presupuesto gubernamental excesivamente grande, un sector público inflado y una escasez de mano de obra que frena al sector privado, explica Børre Tosterud, inversor y hotelero jubilado.
“No es sostenible”, insiste.
Noruega siempre ha buscado su fortaleza en los océanos. Los mares han sido una fuente de alimentos y energía, un lugar de trabajo y un generador de riqueza durante siglos.
Sin embargo, fue recién a fines de la década de 1960 cuando los descubrimientos de petróleo y gas ayudaron a cambiar la suerte de esta nación que antes estaba relativamente subdesarrollada.
Desde entonces, la mayor parte de los enormes ingresos petroleros de Noruega se han invertido internacionalmente a través de Norges Bank Investment Management, que forma parte del banco central de Noruega.
Su principal fondo de inversión, el Fondo de Pensiones del Gobierno de Noruega, también conocido como «el fondo del petróleo», tiene activos por un valor aproximado de US$1,72 billones.
Los ingresos de Noruega por exportaciones de petróleo aumentaron tras la invasión rusa de Ucrania de 2022. Los críticos afirmaron que el país se estaba beneficiando de la guerra o, al menos, no estaba compartiendo lo suficiente de su repentina ganancia con las víctimas de la agresión que la había provocado.
El primer ministro Jonas Gahr Støre desestimó las acusaciones de especulación con la guerra y respondió que Noruega pudo suministrar energía muy necesaria a Europa durante un momento de crisis.
También señala que Noruega ha sido uno de los mayores patrocinadores financieros de Ucrania y, como tal, podría decirse que está superando sus expectativas, dado que la población de Noruega es de solo 5,5 millones.
Jan Ludvig Andreassen, economista en jefe de Eika Group, una alianza de bancos noruegos independientes, dice que los noruegos se han «enriquecido mucho más de lo que esperábamos».
Sin embargo, al mismo tiempo, dice que después de un período de altas tasas de interés e inflación dolorosa, en parte causada por una corona históricamente débil, que encarece los bienes y servicios importados, los noruegos comunes no se sienten ricos.
Noruega también es uno de los principales donantes mundiales de ayuda humanitaria en el extranjero. «Creo que los noruegos son generosos contribuyentes a buenas causas», observa Oxfeldt.
Sin embargo, tomando en cuenta las exportaciones adicionales de petróleo de Noruega como resultado del conflicto en Ucrania, Andreassen dice que las donaciones caritativas de Noruega «son insignificantes en relación con los ingresos adicionales que surgen de la guerra y el sufrimiento».
Esta es una opinión compartida por Tosterud.
Pero, ¿están de acuerdo con Oxfeldt en que muchos noruegos se sienten culpables?
«En realidad no, excepto quizás en algunos círculos como el movimiento ecologista», dice Andreassen.
Tosterud está de acuerdo.
“No tengo ningún sentimiento de culpa y tampoco creo que sea algo muy común en Noruega”.
La entrada Escandiculpa: cómo el aumento de la riqueza está despertando un nuevo sentimiento de culpa entre los noruegos se publicó primero en EL NACIONAL.