Sergio Llull es un jugador muy peculiar que siempre, a lo largo de su fértil carrera, ha abrazado la revolución. Al menorquín le va el mar abierto y se siente incómodo en las calmadas aguas de una piscina. Así que en cuanto ingresa en la cancha de baloncesto arroja una piedra para transformar el líquido estancado en un remolino de ondas. Frente a Grecia , en el partido capitular del grupo que debía acercar a La Roja hacia la orilla del cruce de cuartos o mandarla casi de manera anticipada de retorno a casa, pisó el parqué en el minuto 7. Cuando las sensaciones de otra nítida inferioridad tras la mostrada en el debut ante Australia se aliaban con un marcador preocupante (12-20). Entonces emitía el grupo de Sergio Scariolo señales de auxilio. El cuadro hispano tocaba fondo frente a la enérgica Grecia que lidera Antetokounmpo , una auténtica estrella de la NBA que ha devuelto la gloria pretérita a Milwaukee Bucks. El bloque que adiestra el técnico italiano apenas sobrevivía adelante con el manantial perenne de Aldama, 'cuatro' longitudinal y moderno de mano bendecida para el triple, un islote de esperanza rodeado por un medio natural adverso. Y atrás se encomendaba a unas trampas zonales que disimulaban el sufrimiento de frenar el dinamismo heleno. El ecosistema perfecto según el modo de entender este deporte en la mente bulliciosa de Llull . Entró el de Mahón para firmar los minutos antológicos que volcaron el tablero de ajedrez, desparramaron las fichas y convirtieron a un conjunto sometido en otro replicante y altanero. Un dardo lejano en transición, otra mandarina de su frutería particular que no admite competencia cuando el reloj aprieta, una penetración decidida contra físicos de mayor envergadura y otra salva de artillería esquinada. Mucho más que once puntos en un suspiro, todo un manifiesto fundacional de rebeldía que mantiene a la selección en el torneo olímpico. Imposible comprender el desarrollo y el desenlace del duelo sin la aparición redentora de Llull. Como tampoco se alcanzaría a entender la victoria de un partido apasionante sin la fe colectiva de La Roja o el excelente duelo entre dos talentos ofensivos de primer orden como 'Anteto' y Aldama. El combinado de Vassilis Spanoulis trató de atravesar la matinal sobre los hombros formidables de su ala-pívot estelar, un prodigio atlético de plasticidad que empieza a fabricarse los mates y las bandejas a cuatro metros del aro. Su homólogo canario aceptó el desafío a su manera, con ese modo fructífero de abrir el campo que le otorga el soberbio lanzamiento exterior. Ambos sufrían en las defensas al otro, aunque Pradilla -el único hispano que no participó en el debut frente a Australia- se fajó por momentos de forma heroica ante el elegante antílope griego. El equipo de Scariolo fundamentó su valioso triunfo en un segundo cuarto excelente, cuando la 'unidad B' que incluye a hombres más defensivos a cambio de perder calidad adelante tomó los mandos del compromiso. Llull había enseñado la senda de la valentía y el arrojo, encendido la caldera e involucrado a secundarios en cuarto creciente como Pradilla y Abrines . La necesaria mejora de Brown sosteniendo el timón se juntaba con una puntería exterior, fuga a triplazo limpio, que mostraba el vendaval de La Roja frente a un rival aturdido (51-35, minuto 21). La ardua labor tras el descanso escribió un auténtico manual de resistencia. España se agarró al parqué con el trabajo estajanovista de Willy Hernangómez bajo los aros extrayendo mineral en forma de faltas, los triples de Rudy Fernández durante su última aportación a la causa y el diálogo que Aldama sostenía con el excelente Antetokounmpo. El sensacional ala-pívot de los Bucks anotó en su embate postrero el 80-77 a un minuto del final y dispuso del empate mediante un triple frontal fallado. Pero el combinado de Scariolo aguantó a base de apretar los dientes en un conmovedor esfuerzo defensivo para nutrir el reto de alcanzar los cuartos de final. Que serán ya en París, la ciudad de la luz que prende un rebelde de Mahón.