El Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia (UCV) ha celebrado una jornada sobre las posibilidades y riesgos que plantea para la sociedad la actual investigación genética. Uno de los expertos convocados en la misma ha sido el expresidente del Comité de Bioética de España, Federico de Montalvo, vicerrector de Relaciones Institucionales y secretario general de Icade. De Montalvo aportó una visión desde el derecho sobre el futuro de tecnologías que avanzan a pasos agigantados y plantean interrogantes de profunda importancia para el futuro de las sociedades humanas y del derecho, en sí mismo.
De hecho, ha insistido en que «es necesario reflexionar sobre su regulación. La biotecnología puede ofrecernos muchísimas herramientas para prevenir enfermedades, pero también posee un lado oscuro. Puede hacerse un mal uso de sus técnicas que llegue a perjudicar a la humanidad, y esto exige una regulación».
Ahora los especialistas están en un permanente debate sobre los límites. «Si voy por la carretera a 140 y las señales indican que no se debe ir a más de 100, la consecuencia es una multa. Pero en una situación de incertidumbre sobre cuál es la velocidad adecuada no es tan fácil regular de esa manera», consideró.
Hay casos biotecnológicos que llegan a juicio, para lo que De Montalvo defiende la idea de «no regular el avance biotecnológico a través de reglas precisas sino mediante principios. Hay quien afirma que una fórmula normativa más flexible genera inseguridad, diferentes soluciones en los tribunales, que detallar en una ley es mejor. Opino lo contrario, pues la realidad siempre supera los supuestos de hecho».
Recuerda asismismo que «el reciente reglamento de la Unión Europea sobre inteligencia artificial (IA) va también en esa dirección. Se trata más de una norma abierta llena de principios porque no sabemos cómo van a evolucionar ChatGPT o la IA generativa». Y prevé que habrá muchas resistencias en el mundo jurídico a un viraje de tal calado «porque esta nueva legislación europea plantea cambios. Uno es la forma de enseñanza en las facultades de Derecho, que debe cambiar. Al no saber claramente cuál es la consecuencia jurídica de un supuesto de hecho, tendrán que aprender a trabajar con principios».
Otra de las temáticas clave es el uso de una herramienta creadas por la biotecnología: la edición genética. El jurista hace referencia a Jürgen Habermas, filósofo y sociólogo alemán. «Partiendo de su pensamiento, podríamos afirmar que unos padres que desean configurar a su hijo en origen, utilizando la edición genética para hacerlo alto o de ojos azules, por ejemplo, se están apropiando de su biografía. Es decir, la vida tiene un componente de incertidumbre, que es lo que le da sentido. Una biografía escrita desde su inicio no es una vida vivida. En el fondo, lo que nos da libertad es la incertidumbre. Los padres tienen unos poderes sobre sus hijos a respetar en materia educativa, religiosa… pero no pueden apropiarse de manera definitiva de su biografía», remacha.