George Weigel, en la introducción de la obra del ensayista británico Christopher Dawson "Hacia la comprensión de Europa”, escribe que los signos de la actual crisis moral de esta civilización se ven, de forma dramática, en la caída de población en Europa y en que Europa está modelada por una forma de ateísmo. Europa se enfrenta, en el siglo XXI, al «ser o la nada».
Presenciamos una discrepancia llamativa: se está restaurando de forma magnífica la catedral de Notre Dame de París, incendiada en 2019, por un lado, y, por otro, se promueven espectáculos que degradan frívolamente lo religioso. La parodia del fresco de Da Vinci, situado en el refectorio del convento dominico anexo a la iglesia de Santa María delle Grazie, en Milán, es algo patético, ausente toda sutilidad con una obra de arte que es italiana, pero también cristiana, es decir, de todo el Occidente. Todo lo humano que sea bueno, verdadero y armónico es digno de respeto, porque nos hace más grandes. Otra cosa es mofarse de unos valores y creencias que no tienen nada que ver con problemáticas sociales de diseño. Una polémica gratuita que ha ensombrecido una ceremonia de apertura de juegos olímpicos que pudo ser perfecta.