El índice de delitos violentos en los Estados Unidos descendió vertiginosamente desde el comienzo de la administración del presidente Joe Biden. Hoy, la tasa se ubica en el punto más bajo en más de 40 años. Entre el 2020 y la actualidad, los delitos perpetrados con violencia pasaron de 399 a 295 por cada 100.000 habitantes.
No obstante, orador tras orador en la recién celebrada convención republicana, donde fue nominado el expresidente Donald Trump, dijeron lo contrario. La estadística no importa y la repetición de la mentira se impone, sobre todo entre quienes viven encerrados en las burbujas informativas afines a la corriente dominante en el partido republicano.
La falsedad resulta especialmente útil en combinación con una segunda mentira, expresada por el exmandatario en los siguientes términos: “Nuestra tasa de criminalidad va en ascenso mientras las estadísticas delictivas bajan en todo el mundo, porque toman a sus criminales y los introducen en nuestro país”.
Los réditos del planteamiento son múltiples para el nacionalismo radical. Primero, fortalece el sentido de agravio porque el resto del mundo saca provecho del terruño y, después, permite volcar la culpa sobre los migrantes. Para enfatizar el punto, Trump no dudó en incluir a Nayib Bukele, con quien tiene muchos puntos de encuentro, entre los autores de la maquinación.
Es absurdo pensar en la exportación de delincuentes hacia Estados Unidos desde todos los rincones del planeta. Esto no ocurre, salvo el perverso caso de Mariel, cuando Cuba exigió a los interesados en sacar a sus familiares de la isla transportar también a delincuentes y enfermos mentales. La gran mayoría de los “marielitos” es gente decente y bien adaptada en los Estados Unidos, pero la minoría logró proyectar una sombra sobre ellos.
La realidad ignorada para no debilitar el discurso es que los migrantes delinquen menos, como sucede en muchos otros países, incluido el nuestro, donde a lo largo de la historia los extranjeros han estado subrepresentados en la población penitenciaria.
Según datos del Buró Federal de Investigaciones (FBI) citados por el Pew Research Center, la tasa de crímenes violentos cayó un 49% entre 1993 y el 2022. Los delitos contra la propiedad disminuyeron un 59% en el mismo periodo, durante el cual la migración creció entre las preocupaciones de los estadounidenses. La contradicción se explica sin dificultades: aquí y allá es más fácil culpar al extranjero que encarar a los propios demonios.
Armando González es editor general del Grupo Nación y director de La Nación.