«Subir en una patera es algo que no le recomendaría a nadie. No merece la pena sufrir así». Arriesgar la vida por un supuesto futuro mejor. Este es el pensamiento que en un momento pasó por la cabeza de Houssam (23 años), Nizar (21 años), Yousef (21 años) o Ayoub (20 años), cuando siendo todavía menores de edad, el destino les puso en la tesitura de tener que subirse en una endeble embarcación en busca de un sueño, aún siendo menores: tener una vida mejor lejos de su casa, de su familia. Una idea cuya brillantez duró solo un instante, el tiempo justo hasta que arrancaron las lanchas por las que algunos habían llegado a pagar casi 4.000 euros.