La gran pregunta, la de auténtico calado histórico, de la natación olímpica en este 2024 es si Katie Ledecky podrá superar (o al menos igualar) el récord femenino histórico de oros olímpicos que ostenta, con nueve, la gimnasta soviética Larisa Latynina desde 1964. La fondista estadounidense atesoraba siete y estaba inscrita en cuatro pruebas. Ayer, en el 400 libres, sumó su undécima medalla olímpica, pero fue un bronce, por detrás de la australiana Ariarne Titmus, plusmarquista mundial que revalidó el título obtenido en Tokio, y de la adolescente canadiense Summer McIntosh, una cría que aún no ha cumplido los 17 años que engrandecerá un palmarés ya bastante respetable para la edad que tiene.
En la carrera que menos se adapta a sus cualidades de fondista pura, a Ledecky la sumergió la velocidad inicial de Titmus. La australiana salió como un torpedo, McIntosh la siguió y la de Washington DC, sencillamente, no nada con la frecuencia suficiente como para ir a su estela. Cuando aceleró, ya en el último hectómetro, su batalla era más contener a la neozelandesa Erika Fairweather, que acabó cuarta, que irse a por las primeras.
El récord de Latynina podrá ser igualado al final de la semana, con los triunfos en los 800 y 1.500, dos pruebas en las que Katie Ledecky ostenta los récords del mundo y domina de manera ultrajante desde hace un decenio. En la primera de ellas, le saca dos segundos a Titmus –más especialista del 200– en el ranking del año; en el maratón de la piscina tiene las cuatro mejores marcas de 2024 y solo podría inquietarla la pugnaz italiana Simona Quadarella, múltiple campeona de Europa y habitual acompañante de la estadounidense en los podios. La cuenta de la vieja dice: con esos dos oros igualará a Latynina y le quedará la bala del relevo 4x200, pero ahí tendrá mucho que roer ante el imponente equipo chino.
