Fran Garrigós es una roca. Dicen quienes mejor le conocen que su carácter tranquilo, inalterable a veces hasta la desesperación, tiene mucho que ver en sus éxitos en el judo. Esa frialdad le ayuda tanto en los combates como con la disciplina necesaria para aguantar las muchas horas que mete en el dojo de Brunete donde entrena con buena parte de la delegación española que ha ido a París. Pero esa falta de emociones externas también le ha jugado alguna mala pasada. «Hubo un tiempo en el que Fran tiraba los bronces», asegura Quino, su entrenador. «Perdía el combate de semifinales y se le iba la motivación. Es muy ambicioso y llegaba desganado a esa pelea. Pero claro, esto no es un grand prix o cualquier otro torneo. Son los Juegos Olímpicos». Nadie mejor que Quino, que también fue olímpico en tres ocasiones, sabe las broncas que ha tenido que echar a su pupilo por ese motivo. Por eso, lo primero que pensó al ver que Fran perdía ante Smetov fue en que le tenía que recordar que el trabajo no había concluido. «Le he dicho que ni se le ocurriese, que le cortaba las pelotas». «Es verdad que tuve una racha de muchos quintos puestos…», admitía el nuevo bronce olímpico. «Soy muy competitivo y cuando he perdido el camino hacia la medalla de oro ya no me gusta competir. Quino me lo ha recordado. Me ha dicho que ésta era muy importante. No solo para mí, sino para todo el judo español. Y yo también he pensado que llevaba muchas horas en el pabellón como para irme a la Villa sin nada». No había demasiado tiempo para lamentaciones, porque el combate por el bronce fue apenas una hora después. El madrileño pasó ese tiempo con tres personas: el propio Quino, su novia, Ana Pérez Box, judoca como él, y el psicólogo Pablo del Río. Los tres fueron importantes en ese momento, porque entre todos le insuflaron el ánimo necesario para no tirar la toalla en un envite tan crucial. «Le hemos visto dándole vueltas a la cabeza, pensando en el fallo que había tenido cuando empezaba a dominar el combate ante el kazajo. Y le hemos dicho que se olvidase de todo lo que le había pasado, que aún le quedaba lo mejor», resumía Ana sobre la decisiva conversación mantenida en el vestuario. «El sabía que no podía arrepentirse de haberlo dado todo. Creo que hemos podido ayudarlo». A la hora de la verdad, Garrigós repitió las rutinas habituales. Al contrario que muchos otros deportistas él no necesita pegar saltitos ni abofetearse la cara para activarse. Le basta con un abrazo a Quino antes de subir al tatami. «No le digo nada especial. Solo que vaya a por el rival y que no se olvide que es un campeón». Para entonces, el técnico había sustituido el chándal con el que dirigió a Laura y Fran por la mañana por un traje, camisa y corbata incluidas. Ya pensaba que iba a tener algo que celebrar y quería estar guapo. Cuando Fran le devolvió el primer abrazo tras conquistar el bronce no pudo evitar emocionarse. «Es que es un chico con un corazón enorme. Nadie se imagina el trabajo duro que implica llegar a este nivel para un judoca de su categoría. Cada combate son cuatro minutos, pero de un derroche de fuerza brutal», contaba Quino, que se a la alegría por el bronce de Fran sumó la pequeña decepción por la derrota de Laura Martínez cuando también se jugaba el bronce. En París aún le quedan por competir Niko Shera, Cristina Cabaña y David García Torné, que lo hará hoy. No salió a hablar Pablo del Río, el psicólogo, pero ya se encargó el técnico de darle su cuota de mérito. «Es un fenómeno como psicólogo. No es uno de esos que te pone en el sofá a que le cuentes. Es un tío normal que habla como nosotros». Del Río fue también quien se encargó de ayudar al judoca después de su fiasco en Tokio, cuando también llegó con perspectivas de medalla y se marchó a casa tras perder en la primera ronda. «Fran puede arrastrar un barco si se lo propone», bromeaba el entrenador sobre las virtudes físicas del judoca. «Corre como un atleta y levanta pesas como un haltera». Quino aún espera marcharse de París con alguna medalla más. Fran y Ana, mientras, celebrarán el bronce en Tailandia, donde viajarán en breve para pasar unas largas vacaciones, pensar en el futuro en el judo del medallista y asistir juntos a un curso de cocina asiática.