Para Néstor Zeledón
Corría el año 1961. Plaza Víquez ya no sería más el lugar en donde se celebraban las fiestas de fin de año o se instalaban los circos, sino que la iban a remodelar para que aquel “campo pelao” se convirtiera en un parque. Espíritu Santo Salas, ministro de Obras Públicas, estaba empeñado en eso y encarga al arquitecto y artista Rafael Ángel García que se haga cargo del cambio de ese espacio.
Felo “mete manos a la obra” y empieza los diseños para hacer un parque lúdico, pero se da cuenta de que un parque de esta índole sin obra plástica no es lo que desea. Entonces acude a sus amigos artistas, ya que la intención es grande, pero el presupuesto corto.
De aquí en adelante vamos a contar esa historia de amigos solidarios y de cómo, entre todo ese engranaje, surge un parque y el monumento de talla en piedra más grande del país. Los artistas más cercanos a Felo, en ese entonces, son los integrantes del Grupo 8 y, a su buena voluntad apela, ya que como siempre, la plata escasea. Algunos de los amigos artistas deciden apoyarlo y contribuir a embellecer el lugar y a llevar arte al pueblo.
Hernán González, quien redactara el Manifiesto del Grupo 8, por su parte, decide realizar una escultura de un ternero recién nacido al que llamará Aún húmedo. Lo colocan en el pasto en una de las zonas verdes del nuevo espacio para que sea lo más cercano a un animal recién nacido y pueda ser acariciado por los niños.
A su vez, la pared del pórtico de entrada al parque diseñada por Felo, es aprovechada por Harold Fonseca para realizar unos murales abstractos con los tres colores primarios que llamará Juegos de niños 1 y 2 y que ha pintado con pigmentos esparcidos de una manera lisa sobre la superficie previamente preparada.
Él mismo lo restaura en 1999 ya que la acción del tiempo y el vandalismo habían hecho de las suyas. Lamentablemente hace unos pocos años, aquellas superficies lisas, de colores planos, fueron convertidas en trocitos de mosaico que más pareciera una pintura impresionista que una obra de entrado el siglo XX.
Plaza González Víquez cambia de aire
Se realizaron tres estructuras escultóricas grandes en el área de juegos, pensadas, como dice Néstor Zeledón, para la comodidad del juego de los niños. A su vez, él mismo cuenta que una de ellas fue realizada por él, otra por Felo y una tercera por alguien más que ellos dirigieron. Para hacer esas formas abstractas muy orgánicas, que tenían huecos, utilizaron varilla, bloques y cemento chorreado, de una manera directa. Ya ellos dos tenían la experiencia que habían adquirido cuando en 1959 hicieron el mural del Teatro Castella.
La idea era rendirle homenaje al expresidente Cleto González Víquez, por lo que Néstor emprende la dura tarea de realizar a la talla directa un monumento en granito de 12 metros de altura. Para lograrlo, según narra, tuvo que irse de picapedrero a Cartago para aprender esa técnica.
Preparó una maqueta de barro que trabajó en la Escuela de Bellas Artes y el prototipo de la figura femenina que representa la Patria fue Sandra, la modelo de la Escuela. Sin embargo, el artista se manifiesta diciendo que cuando él utiliza modelo, crea de una manera expresionista, lo que le permite representar la figura libremente.
Las ochenta y siete toneladas de los 25 grandes bloques de granito fuerte y resistente que se consiguieron en una cantera en Tierra Blanca de Cartago, le impusieron una dura tarea desde el primer día en que lo empezó a trabajar.
Como el presupuesto era exiguo, Néstor acepta un sueldo de peón, así que el ministro, Espíritu Santo Salas, lo incluye en 1961 en la planilla del Ministerio de Obras Públicas y empieza la aventura para este joven escultor. Alquila una sencilla habitación donde vivir en una casa en los alrededores de la Plaza. Allí, en sus tiempos libres, realiza esculturas con esteras y materiales blandos, recibe amigos, tocan guitarra; Néstor Zeledón sigue siendo un apasionado de la vida.
La técnica escogida para hacer esa escultura le exigía grandes esfuerzos, sobre todo porque trabajaba más de ocho horas diarias bajo el ardiente sol. La talla directa es una tarea muy fuerte y desbastar la piedra de esos grandes bloques a puro mazo y cincel fue una lucha titánica. Para la base y el pedestal, en donde las formas son lisas y rectas, tuvo la ayuda de varios picapedreros, sin embargo, la figura femenina que representa la Patria sosteniendo a su hijo predilecto, y la cabeza del presidente González, fueron duras de realizar para el joven artista, en razón del material que había escogido.
Fueron tres años de lucha del escultor con la materia prima. Tanto fue el esfuerzo, que se le terminó quebrando la mano derecha en el hueso más importante de la articulación y no fue sino después de una operación y dos años de rehabilitación que pudo volver a esculpir, eso sí, nunca más la piedra.
Un buen día, Felo García se sienta en una banca vecina e inspirado por la obra de Néstor en plena construcción, haciendo trazos muy expresivos, casi al ritmo del golpeteo de los mazos, pinta con técnica mixta una obra que, al terminar, le obsequia a su amigo al final de la tarde, cuando este desciende del andamio. Esta pintura espontánea, rica en color y formas, la mantiene Néstor en una pared de su casa como recuerdo de una larga amistad.
También Rafael Ángel García había realizado poco antes una obra abstracta experimental, pintada sobre un sustrato de terciopelo, que regala a la ex-primera dama Olga de Echandi para agradecer el apoyo que el gobierno de su esposo había dado al proyecto de Plaza Víquez.
En un artículo de Espiral en 1964, se manifiesta de una manera muy poética, y poco común en las notas periodísticas, que la figura de Cleto González Víquez así, sin solapas ni trono, representa simplemente a un costarricense, a nuestro hombre, no al político extractado sino al hombre de nuestra tierra, a cualquier hombre. “Su mujer, su Patria, su tierra con sed; esa figura con hambre en los muslos y con rebeldía en la frente, es eso, nuestra tierra, nuestros ríos, el sol, el viento, la paciencia, el óvulo donde debemos meter las manos para sacar “costarricenses”. Esta figura es como la Patria que nos han saqueado tanto, pero que está alerta, y erguida. (Ibañez & Carro, 1964).
Habían transcurrido más de tres años, mucha agua había pasado por el cercano río María Aguilar, el gobierno había cambiado, eran otros personajes los que dirigían el ministerio, Néstor da por terminada su obra, se quitan los enormes andamios y, por fin, sale a la luz este interesante monumento que el artista concibió para rendirle homenaje a un ilustre ciudadano. La Patria descansa sobre una base y, a su vez, ella sostiene un largo pedestal que es el cuerpo de uno de sus hijos predilectos, Cleto González Víquez, que gobierna todo el espacio circundante.
Néstor señala que la obra fue colocada de modo que se produjeran cambios de claroscuro en ella según se fuera moviendo el sol de este a oeste.
Plaza Víquez ya no sería más el lugar en donde otrora jugaban los liceístas, se celebraban las fiestas de fin de año o se instalaban los circos, sino que aquel “campo pelao” se convirtió por un tiempo en un parque lúdico en donde los niños y adultos podían disfrutar.
Un ministro visionario, un gran arquitecto, un escultor y amigos artistas solidarios tuvieron una ilusión de que las cosas podían cambiar. Desgraciadamente, con el nivel de desarraigo y caos que el país mantiene hoy en día, sólo la sólida, grande y fuerte escultura se ha mantenido incólume.
En el gobierno de Cleto González Víquez (1906-1910) se donó el terreno para que los alumnos del Liceo de Costa Rica pudieran practicar fútbol. Allí también se jugaba béisbol y se encumbraban papelotes. Se bautizó Plaza González Víquez en 1925 cuando ya don Cleto no era presidente.
Esta plaza se inauguró con un partido de fútbol. Desde 1930 se empezó a usar para las fiestas populares de fin de año y esto duró hasta la década de los setentas.
Espíritu Santo Salas, ministro de Obras Públicas durante la administración de Mario Echandi, prestó grandes servicios al país. Fue el gestor e iniciador, en 1958, del primer Plan Vial del cual muchas de sus directrices mantienen vigencia. Antes de dejar el cargo le encarga a Néstor Zeledón realizar el Monumento al Trabajador de Caminos, sin embargo, el gobierno siguiente decide no hacerlo.
En 1964-1965 cuando se termina el monumento a Cleto González le toca inaugurarlo a Francisco Orlich y, para ese entonces, el ministro era Ricardo Echandi.