“Pareces una raspa”, le decía Quino Ruiz, el maestro, a Fran Garrigós, el alumno, el pasado lunes. Pese a ese aspecto delgado, a seis días de participar en los Juegos de París el judoca tenía que bajar algo de peso. “Le sobraban todavía cuatro kilos, y cuatro kilos en la categoría de sesenta es mucho. Está supermusculado, el músculo pesa mucho, y el hombre lo pasa mal, pero suele bajarlo con facilidad”, prosigue Quino.
La jornada antes de competir los luchadores tiene que dar el peso y después pueden recuperar, aunque sin pasarse porque cuando llega el día aleatoriamente a cuatro les vuelven a pesar y tienen prohibido dar más del cinco por ciento más. Si lo hacen, deben sudarlo, quemarlo o perderlo antes de que quede media hora, o no podrán participar. “Viven con la báscula los pobres”, explica Quino, que conoce a Fran Garrigós desde hace 17 años. “Es un portento, un judoca excepcional y está en una forma extraordinaria. Pero así van todos a París”, sigue el maestro antes de reconocer que estos días no tienen nada que ver con los previos a otras competiciones. Los Juegos son otra cosa. “Van todos con demasiada tensión”, admite Quino, el entrenador de Fran y de otros cuatro judocas que van a estar en París. Todo ello desde su modesto gimnasio en Brunete.
Fran abre fuego hoy (desde las 10:00 horas; también Laura Martínez en -48 kilos) en el judo español, que busca una medalla que se escapa en este deporte desde Sidney 2000, y su palmarés (campeón del mundo en la categoría de -60 kilos en 2023 y de Europa en 2024, por decir sólo lo más reciente) hace que se le vea como una gran opción.
A Tokio también llegaba en circunstancias similares (en Río participó, pero era muy joven) y la derrota en el primer combate fue un duro golpe para el madrileño. Se planteó muchas cosas. Siguió entrenando, pero sin tener claro si quería continuar. Cuando volvió a competir y perdió, le dio tanta rabia que sabía que el fuego seguía dentro. “Nos pudo un poco la presión en ese campeonato. Ahora voy sin pensar en ese resultado, centrado en lo que depende de nosotros”, dice Garrigós. “Él trabaja con el psicólogo Pablo del Río, han tratado de intentar que Fran disfrute en la medida que pueda de la competición, que vaya combate a combate, que lo pase bien, que saque todo el jugo y no piense tanto en tengo que ganar, tengo que ganar. A veces se bloquean por esa tensión de que todo el mundo espera de mí que gane”, opina Quino. “Del judoca depende salir con una estrategia, tener un plan, conocer al rival, saber qué agarres hacer... En eso trabajamos”, cuenta Del Río. “La última semana es utilizar todos los puntos fuertes del último ciclo de entrenamiento, que a veces ellos se olvidan de que son grandes competidores. Y después ver la estrategia”, continúa el psicólogo.
“Fran quería seguir porque es muy joven y yo creo que se vio con fuerzas, y después ha sido campeón del mundo. Además es una persona muy disciplinada, muy profesional. Lo hace todo al cien por cien. Todo. No hay un mal día para él. Si hay un mal día lo convierte en buen día, porque todo lo hace al cien por cien. Una persona así tienes que ir sujetándola, porque se dispara en cualquier momento. Es un ejemplo de tesón, de entrenamiento, un ejemplo para todos”, afirma Quino, con carraspera en la voz por los gritos que pega en el gimnasio y también por los nervios. “Lo disimulo mucho, pero lo paso fatal. De competidor disfrutaba como un enano, pero ahora no veas... Tengo una relación muy especial con mis alumnos, vínculos estrechos, mucho cariño... He sido competidor, me pongo en su lugar, sé lo que sienten y no es fácil. Fran es más tranquilo, no exterioriza mucho lo que siente. La procesión va por dentro, imagino”, añade el maestro.
En el gimnasio en Brunete muchos de los compañeros que ya no tienen ni un objetivo y ni motivos por los que entrenar esta temporada han sacrificado parte del descanso y de las vacaciones para seguir haciendo compañía a los olímpicos y ayudarlos. “Es un orgullo lo que tengo”, admite Quino.