Donald J. Trump, el 45º y potencial 47º presidente de los Estados Unidos, estuvo a un centímetro o menos de ser asesinado el 13 de julio en un pequeño pueblo del oeste de Pensilvania. Reportajes televisivos, redes sociales, artículos de revistas y, eventualmente, libros y hasta disertaciones doctorales analizarán lo que sucedió ese fatídico día durante años e incluso décadas. Probablemente hasta podrá haber una película o telenovela de Hollywood que dramatice ese trágico día, antes de lo que esperamos.
Quizás nunca sepamos toda la historia de lo que pasó. Dada la polarización de la política y los medios estadounidenses, será difícil obtener un informe final que sea completo e imparcial. Lo cierto es que personas de todos los sectores y orientaciones políticas inevitablemente aceptarán versiones tremendamente diferentes de lo que realmente sucedió en función de lo que quieren creer. Lamentablemente la confianza en los medios y el gobierno es tan baja que no podría ser de otra manera.
Sin embargo, una cosa que podemos decir es que, a menos que algunas de las teorías de conspiración más destacadas demuestren tener una base real, nadie esperaba que esto sucediera. La idea de que Trump o cualquier figura política importante o controversial pudiera ser objeto de un intento de asesinato nunca estuvo fuera de discusión. Esto ha sido así desde que la violencia comenzó a formar parte trágica del panorama político global.
No obstante, lo que hizo de este evento un cisne negro, entendido éste como ese suceso raro e impredecible que impacta significativamente el rumbo de los acontecimientos, fue en las condiciones de cuándo, cómo y dónde sucedió. Este atentado ha sido un shock para la mayoría de los estadounidenses y en cuestión de días ya está teniendo importantes consecuencias.
Sin duda, la violencia política en Estados Unidos no es nada nuevo. De hecho, cuatro presidentes en funciones entre 1865 y 1963 (Lincoln, Garfield, McKinley y Kennedy) fueron asesinados. Además, se han producido atentados contra muchos otros, y algunos no tenían conexión política alguna, como el extraño ataque contra Ronald Reagan en 1981 por parte de un hombre que buscaba impresionar a la actriz Jodie Foster. Por supuesto, México no es ajeno a la violencia política, desde la muerte de Moctezuma en 1520 hasta el ciclo electoral más reciente en el que fueron asesinados cerca de cuarenta candidatos locales a lo que se sumaron decenas de atentados, secuestros e intimidaciones.
Lo que sí sabemos es que los acontecimientos de cisne negro pueden cambiar drásticamente el curso de la historia. El hundimiento de la Armada española en 1588, por ejemplo, tuvo tanto que ver con tormentas inesperadas en el mar como con las acciones de la Armada británica. Este evento esencialmente marcó el comienzo del fin del Imperio español como potencia mundial dominante, aunque a España le llevaría siglos perder la mayoría de sus colonias. Aparte de acontecimientos políticos y militares tan dramáticos, los acontecimientos de cisne negro también han cambiado la historia de otras maneras. Estos incluyen desde colapsos bancarios y monetarios hasta desastres naturales como terremotos, huracanes, pandemias y plagas. Nos despertamos una mañana y descubrimos que las cosas han cambiado por completo.
A los analistas políticos les gusta confiar en modelos teóricos, precedentes históricos y la presunción de comportamiento racional para explicar por qué las naciones se comportan como lo hacen.
Sin embargo, a veces suceden acontecimientos que son inesperados y que no encajan perfectamente ni en nuestra planificación cuidadosa ni en nuestras ilusiones sobre cómo deberían ser las cosas. Esto también sucede en nuestra vida personal, desde accidentes de tráfico y enfermedades hasta divorcios e hijos inesperados.
Por ahora el intento de asesinato de Trump, el retiro del presidente Biden de su campaña presidencial y el surgimiento de nuevos actores políticos podrían afectar el curso de la historia. Para México, la cambiante ecuación sobre quién será el próximo presidente y vicepresidente de Estados Unidos tendrá un impacto significativo en temas como la guerra contra las drogas, la seguridad fronteriza, el tratado TMEC, la inmigración y la política energética. Para países más distantes como Ucrania, Irán, Israel, China y muchos otros, el curso de las elecciones podría tener consecuencias aún más profundas.
¿Qué nos sostiene en tiempos difíciles? Todos tenemos alguna combinación de familia, creencias, moralidad, amistades y trabajo que determinan nuestra visión del mundo. Todos nos esforzamos por alcanzar cierto grado de previsibilidad y estabilidad, por aventureros que seamos. Sin embargo, tenemos que estar preparados para lo inesperado, los cisnes negros que pueden cambiar por completo lo que hoy nos parece tan importante. Por encima de todo, debemos vivir bien, tratarnos unos a otros decentemente y esperar lo inesperado.
El autor es Doctor por la Universidad de Columbia, Estados Unidos, consultor, conferencista y experto en política internacional y asuntos globales, actualmente Director del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales del Tecnológico de Monterrey.