Desde que vendió su alma socialista a los portavoces de ETA, los sediciosos de ERC y el prófugo de Waterloo, enredado en sucias maniobras de traición con el sátrapa ruso desveladas por ABC , Pedro Sánchez no ha gobernado un solo día. Se limita a resistir, aferrado a su poltrona como el yonki a la jeringuilla, en una demostración flagrante de su dependencia del poder. Con tal de conseguir su dosis cotidiana es capaz de entregar cualquier cosa: desde la llave de la caja común con la que se financian los servicios públicos, en expresión de su compañero García Page, hasta el principio sagrado que proclama la igualdad de todos los ciudadanos ante ley; desde la independencia de la Fiscalía...
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