El Ratón Pérez no es ningún cuento para criaturas: existe. Y como es un personaje ubicuo, dispone de varias casas en las que duerme, cocina, se ducha y hasta se mete en el ordenador para comprobar a qué niños se les ha caído un diente. Por la noche, cuando nadie se entere, irá a sus casas para dejarles dinero o un detallito. Una de esas casas está en Granada y es de lo más cuqui. Se ubica en el céntrico Camino de Ronda, muy cerca de una parada de Metro. Está casi a ras de suelo, como suele pasar con las casas de los ratones, y eso hace que pase desapercibida para muchos transeúntes. Los niños, como son de menor estatura, reparan en ella con más facilidad. Y se quedan embobados. Es un dúplex que tiene en la parte de abajo la cocina y el salón-comedor y, en la de arriba, un dormitorio, un cuarto de baño, un escritorio para que el gran Pérez trabaje y una estantería con libros, porque es un roedor ilustrado y eso no puede faltar. Todo, con una decoración y una estética muy cuidadas . Tiene buen gusto, hay que reconocerlo. La idea de instalar en ese sitio la casa se le ocurrió a María Sánchez, una odontóloga que trabaja en una clínica dental. Cuando la montó se dio cuenta de que en una esquina inferior había una especie de habitáculo en forma de cubo, que anteriormente debió servir como contador de luz o de agua. Estaba en desuso y ella decidió que era una buena idea transformarla en el domicilio del afamado ratón. De camino, eso le sirvió para darle publicidad a su establecimiento, para hacerlo más amable a los pequeños y para que sus padres les pudieran convencer con más facilidad de que ir al dentista puede ser divertido.
