Paseo en barco, rodear la isla y atravesar la Gruta Azul . Llegar a Capri desde Sorrento o Nápoles . Descorchar una botella de champán en un yate. Una visita guiada por la isla. Capri c'est fini? Quienes hayan leído 'La historia de San Michele' de Axel Munthe (1857-1949) saben que lo mejor está por llegar. En Anacapri , sobre un acantilado de 327 metros, el médico sueco que hizo de su vida un ejercicio de sabiduría construyó una casa donde alguna vez el atormentado emperador Tiberio asomó sus cuitas al azul del Mediterráneo. Munthe fue un humanista que supo ver la influencia que la psicología obraba en el desarrollo de enfermedades. Aquella casa de campesinos que adquirió en 1895 deparaba, a solo un metro de profundidad, muros romanos con ninfas y bacantes «bailando sobre el rojo estuco pompeyano». A pesar de su condición de galeno, Munthe no gozó de buena salud; padecía una ceguera derivada de un glaucoma, asma e insomnio: «Por desgracia no puedo leer ya más que unas pocas líneas y a veces ni tan siquiera eso. Pronto ya no podré leer en absoluto», escribió a su hermano Arnold. Cuando culminó 'La historia de San Michele' , Munthe estaba casi ciego. En 1929, con 72 años, publicó aquel libro maravilloso que tecleó en Anacapri con su vieja máquina Corona. Fue un 'best seller'. Se vertió a 37 idiomas: en 1948 vio la luz en árabe, un año antes de la muerte del escritor de la que se cumplen 75 años. San Michele, que era el santo al que se consagró la capilla de la que nació la casa de Munthe, agavilla memorias, viajes, homenaje al clima mediterráneo de Capri. Desde las tinieblas, Munthe reconstruyó el París decimonónico y Nápoles azotado por el cólera. Médico de los reyes Gustavo y Victoria de Suecia y del káiser Guillermo II tuvo entre sus pacientes a Óscar Wilde , Rainer Maria Rilke o Eleonora Duse ; viajó a Egipto con Howard Carter y Lord Carnarvon , descubridores del sepulcro de Tutankhamon. Le gustaba repetir un dicho de su amigo Kipling: «Caminar con la multitud sin rebajarse y hablar con reyes sin perder la sencillez». El anecdotario del médico sueco es inagotable: fue un adelantado del ecologismo y un acérrimo defensor de los animales. Al ver que en Capri se cazaban pájaros dirigió sus quejas a Mussolini y este dictó una ley para preservar a las aves. Anacapri se convirtió en un lugar de peregrinación. De la curiosidad periodística sobre su persona, aseguraba que «lo único que tienen que publicar los periódicos sobre mí es mi esquela». Si alguien se quedaba a comer en su casa compartía con él su frugalidad: macarrones regados con una botella de vino tinto. ¡Y era el menú especial! Munthe se contentaba con una ascética dosis de patatas, huevos y verdura. En su testamento legó su casa de Capri, sus libros y archivos al Estado sueco mientras que la administración correría a cargo de Italia, su país de adopción. El espíritu de Munthe recorre la villa blanca de San Michele , tres plantas a las que se accede por una escalinata. En la parte posterior, los jardines con la pérgola en la línea del acantilado, la Capilla de la Esfinge de granito en una esquina. Según la leyenda, quien pose su mano izquierda en esta escultura egipcia y pida un deseo, se hará realidad. Por ejemplo, leer 'La historia de San Michele'. Tiberio, Munthe… y Curzio Malaparte . En 1938, el autor de 'La piel' encargó una casa al arquitecto Adalberto Libera en un rocoso brazo de mar, el rincón más tempestuoso de Capri. Como el estilo racionalista de Libera no le convencía, se hizo la casa a su manera: un búnker de ladrillo rojo pompeyano a una treintena de metros del mar con una escalera de noventa y nueve peldaños. A la casa de Malaparte, donde Godard rodó ' Le mépris', solo se accede a pie o por mar. «Había algo en Capri, en su parte más salvaje, más solitaria, más dramática, donde la isla, casi humana, se vuelve feroz. Un sitio solo para hombres fuertes y espíritus libres». Capri c'est fini? Nunca.