Recién cubiertos los 7 716 kilómetros entre La Habana y París me encaramo por primera vez en esta columna para anunciarles desde donde voy a contar los Juegos. O mis Juegos, porque no podré estar en todas partes, por mucho que me haya entrenado en estos días para desandar esta inmensa ciudad.
Tampoco esperen desde aquí arriba el relato de las competencias deportivas. Para eso está el resto del espacio del periódico dedicado a la olimpiada, que no será poco, y las demás plataformas de Juventud Rebelde: síganos en Facebook, X, Instagram y en la web…
Acá vamos tras lo que usted no vio, en busca de las historias que suelen no contarse o pasan con bajo perfil ante la magnificencia de una medalla o una final olímpica. Vamos por lo curioso, la vida en la ciudad, el arte, lo que hay detrás de cada cobertura deportiva, y si es cubana, imagínense...
En medio de todo, cuando más agitados estamos, siempre hay un cubano jodedor, riéndose, alentando a los suyos y demás colegas en la sala de prensa, en el transporte o en las gradas de las instalaciones. Es el salvavidas del estrés.
París es inmensa. Y uno quiere tragársela toda. Desde lo icónico, hasta lo ecléctico de las periferias. Siempre aparece un lugar que «no te puedes ir sin visitarlo», y uno sacándole un hueco al calendario olímpico…
El ajetreo de estas citas es único. Unos Juegos no se parecen a otros. Lo dicen los veteranos. Esos colegas con cuatro tomos de coberturas a cuestas que se sientan un día cualquiera a rememorar ediciones anteriores, y uno pone la oreja en el grupo para vivir la historia y los dedos sobre las teclas para narrar el presente.
Ya les contaré. Esta columna es para eso. Espero que tenga lectores fieles que se diviertan leyéndola como yo escribiéndola.
Igual que la delegación deportiva, la de prensa tampoco es numerosa. Una y otra sabrán crecerse. Ellos ponen las medallas y nosotros las historias. Así es como esta Isla, perdida en el paradisíaco mar Caribe, se vuelve ombligo del mundo deportivo cada cuatro años.
Ahora vamos por lo inédito, lo nunca visto. Mijaín López podría poner el nombre de Cuba más alto que la cumbre del Everest, aunque para nosotros no hay nada más alto, simbólicamente hablando, que la Sierra Maestra. Si se cuelga el quinto oro… Cuba será París, y París será Cuba.
Estos Juegos prometen mucho espectáculo. Y en medio del revuelo por la inauguración «acuosa», todo un desafío a la tradición de las ceremonias protocolares, hay una pregunta muy común entre los colegas: ¿Dejarán darse un chapuzón a la cubana en el Sena?