Llegó al mundo con una marca de nacimiento: sería actriz. Lo que para esos primeros minutos no fue visible a los ojos humanos, bastó poco tiempo para que no dejara márgenes a las dudas. Con cinco años, Verónica Lynn no necesitó gritarlo. Era una verdad de Perogrullo.
Junto a su madre —mientras lavaba y planchaba para la calle, como sostén económico familiar— se dejaba arrastrar por los artistas que se hacían familiares, gracias a la magia de la radio. Escucharlos, más que hobby, se volvió necesidad, incluso en los días que trabaja como manicura en una peluquería.
Pero, con 16 años y un anhelo colado en el medio del pecho no se entiende de conformismos. Ya con dos décadas de vida subió al primer plató de televisión y confirmó que no necesitaba ni tan siquiera de un pago por sus pequeños personajes para declararse una mujer feliz. Luego, descubrió el teatro. Tampoco necesitó recibir un centavo. Alternaba el trabajo con aquellas largas tardes-noches de ensayo, entre el grupo de aficionados a esa manifestación artística.
Así, personaje a personaje, Verónica Lynn cumplió con su destino: hoy es una de las actrices imprescindibles en la escena cubana. Demostró que puede desenvolverse como pez en el agua entre el teatro, la radio, la televisión y el cine. Con 94 años sigue de pie por Cuba y con la fortuna de recibir siempre las más sinceras ovaciones.
Y lo hace no solo cuando regala su arte, sino cuando deja escapar su verbo firme sobre las realidades que hoy le preocupan como la colonización cultural, avivada, a su juicio, por erradas conductas y formas de conducirse por la vida.
«Es un problema real —declaró en una entrevista al sitio web de la Uneac—. Pienso en el teatro, reflejo de las realidades y, donde hoy es frecuente un vocabulario lacerado. Eso es una forma de descomponernos espiritualmente. No me refiero a que determinada palabra no se use, sino que no podemos llegar a los públicos con groserías y se contribuya así a la descomposición, relajación de conceptos, de principios y pérdidas de valores. De eso pienso hablar en el Congreso».
Se refiere al 10mo. cónclave de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), espacio que opina necesario en tiempos complejos. «Precisamente, es cuando más falta hace, porque permitirá compartir ideas y criterios. Resulta necesario conocernos, qué estamos haciendo en todo el país, ya que no siempre podemos conocer. Habían sucedido otros muchos congresos y faltaba el nuestro.
«Siento que se va a aprender mucho. Me pasa siempre que me reúno con miembros de la Uneac, porque ahí están verdaderos intelectuales con pensamientos y criterios. Será un poco una fiesta porque compartiremos ideas».
La actriz que aún estremece el recuerdo de todo un país por su personaje Teresa Guzmán, en la novela Sol de batey, cree mucho en los diálogos críticos y constructivos.
«Lo que se trata con la realización del Congreso es de mejorar el arte, la creación, con un sentido crítico, honesto y verdadero. Hace mucha falta esa interrelación».
Son muchas las razones que confirman que a Verónica Lynn se le ciñe a la medida el traje de actriz. Se reconoce como una eterna servidora pública, más que una función, un compromiso.
«La cultura es un concepto muy amplio y la patria es la identidad, lo que somos. Por tanto, la patria y cultura sí van de las manos. Por algo lo dijo Fernando Ortiz, quien nos legó ese ajiaco cultural que somos». (Tomado del sitio web de la Uneac)