Dos meses ha estado Morante alejado de los ruedos, mientras los aficionados hacían sus quinielas sobre cuál sería la plaza de la vuelta del genio. Hace pocos días, Lances de Futuro anunció que sería en la plaza de Santander, en una tarde marcada por la despedida de Ponce. La tarde anterior estuvo en el tendido viendo a sus compañeros, y Ginés Marín le brindó el tercer toro, ante los aplausos de todos los espectadores. «Una alegría grande para el toreo que esté usted de vuelta», fue lo que le dijo Ginés, y todos los aficionados lo suscriben. Desde por la mañana, en el mundo taurino no se hablaba de otra cosa. ¿Cómo volverá el maestro? ¿Se habrán ido ya los fantasmas? Dos meses parecían pocos para recuperarse de esta enfermedad mental contra la que no hay una cura exacta, pero la afición de Morante hace que se cure toreando . Con la amabilidad que le caracteriza, atendió Morante a Víctor Soria que le entrevistaba para los micrófonos de OneToro al entrar en la plaza: «La verdad es que ha sido difícil. Estamos haciendo un esfuerzo, a ver si tenemos suerte y se ve la recompensa. Estoy en la lucha, porque esto es una cosa muy pesada que necesita mucha constancia, pero aquí estamos». El esfuerzo se vio recompensado al cortar una oreja al primero de su lote, con el que dejó pasajes bellísimos y una chicuelina para esculpir un monumento. Tras la faena de muleta comentó que el toro «tenía mucha rabieta. Aún siendo bastante potable, a veces me enganchaba y tenía el defecto de picar la muleta en vez de seguir hacia adelante. Ha sido una guerra entre los dos», explicó sonriendo. Había brindado ese animal de Domingo Hernández a Pedro Jorge Marqués, su apoderado y persona de confianza que le acompaña en todo este proceso. «Por todo lo que andamos luchando», le dijo en esa breve, pero sentida dedicatoria. Con el quinto, el peor del encierro, volvió a estar extraordinario. Otra oreja le cortó bajo los sones de Suspiros de España. Satisfecho se mostraba al entrar en el callejón: «Lo mejor ha sido el esfuerzo conseguido y romper la barrera de estar parado. Ha sido muy mirón, salió con la vista torcida, y poco a poco se ha ido enderezando; aunque siempre ha estado un poco distraído». «¿Feliz?», le preguntó Víctor Soria. «Bueno, bien…», contestó el genio de La Puebla con buen gesto. Lo que sí es seguro es que felices estaban todos los que disfrutaron del regreso del maestro, y muchos los que cuentan los días para volverle a ver, porque el morantismo empieza a ser una droga de la que es muy difícil salir.