Me retiraría completamente de la esfera política. Renunciaría a cualquier tipo de acompañamiento o tutelaje sobre los que fueran a continuar mi labor. No respondería a llamada alguna de los medios y desaparecería de las redes sociales. Recuperaría la plena soberanía sobre mis días y me afanaría en el exclusivo gobierno de la más preciosa de las libertades, la privada, y el más valioso de los dones: el tiempo. Me haría con un número nuevo de teléfono y traspasaría de la antigua agenda únicamente los contactos imprescindibles para una vida gozosamente íntima. Buscaría una casa cerca del mar, no demasiado grande, sólo lo suficiente para recibir de vez en cuando a esos amigos con los que uno puede sentirse a...
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