Lo hicieron bien. De forma orquestada y planeada, en fin de semana para contener una eventual reacción negativa de los mercados y del dólar, que finalmente abrieron ayer lunes con ganancias. Todo salió bien. Una carta sentida, un mensaje televisivo y Biden dejó el paso libre a su vicepresidenta, Kamala Harris.
Otra vez una mujer (Hillary Clinton lo hizo en 2016) se enfrentará por la Presidencia de Estados Unidos al truhán, buleador, misógino reconocido y criminal convicto Donald Trump.
El atentado contra su vida, hace poco más de 10 días, lo revistió de un aura de santo beatificado, salvado por la mano divina de la misericordia. Durante la Convención Republicana los asistentes veían a Trump en el escenario como un auténtico profeta salvado por Dios para cumplir su destino.
Biden debilitado, y finalmente convencido, decidió, a pesar de su reticencia, retirar su candidatura para presentar una fuerza más potente frente a Trump.
Entre otras, una de las señales más delicadas fue el retiro de las contribuciones a la campaña. Los señores de la política americana, que sostienen un sistema electoral vetusto y seriamente cuestionado por antidemocrático, mueven la maquinaria electoral con dinero. Con mucho dinero. Cuando grandes aportaciones a la campaña de Biden anunciaron su cancelación, se encendieron focos rojos: sin dinero –en cientos de millones de dólares– no hay campaña que llegue a la cita final, no hay spots de radio ni televisión, no hay mítines ni viajes.
Incluso el presidente en funciones de Estados Unidos que pretende reelegirse, debe reportar con detalle y precisión sus gastos de campaña, y todo el costo del Air Force One, del aparato del Servicio Secreto –hoy gravemente señalado por las fallas en el atentado contra Trump– los automóviles de la caravana, son pagados rigurosamente por la campaña y las donaciones, no por el gobierno ni por la Casa Blanca.
Kamala Harris recuperó el flujo de recursos apenas horas después del anuncio: 50 millones de dólares a 8 horas de la carta de Biden, que se convirtieron en 81 a las 24 horas. Señal clara de confianza y de respaldo del sector demócrata.
Apoyos de gobernadores, senadores, líderes del partido que se han traducido en más de 1900 delegados a la convención. La candidatura será de la vicepresidenta Harris. Todo indica que no habrá ningún otro contendiente al interior del partido.
Quedan dos grandes cuestionantes aún por resolver: ¿le alcanza a la señora Harris para darle batalla a Donald Trump? Apenas se levantan las encuestas, pero todo indica que habrá una contienda intensa en múltiples regiones del país.
¿Podría considerarse la posibilidad de que Joe Biden renunciara a la Presidencia para convertir a Kamala en presidenta en funciones y candidata a la vez?
Improbable. En opinión de analistas americanos, Biden ya ha realizado un enorme sacrificio al dejar la candidatura, se ve prácticamente imposible que concluyera su presidencia en retiro, para impulsar a su candidata.
¿Le serviría a Kamala Harris? Indudablemente. Verla en la oficina Oval, actuar como presidenta, dirigirse al mundo, actuar como jefa de Estado, significaría un impulso enorme a su candidatura.
Sin embargo, en estos momentos parece inalcanzable.
Sigue pareciendo críptico el silencio de Barack Obama, el contener un respaldo abierto y hablar de un candidato extraordinario, como enviando un mensaje cifrado para la investidura de Michel Obama como candidata. También lejano e improbable.
Círculos políticos en Washington afirman que el Comité Nacional Demócrata le ofreció por lo menos en dos ocasiones la candidatura a la señora Obama, que ella consistentemente rechazó. No quiere regresar a la vida política, prefiere mantenerse como activista de la educación infantil, como promotora de causas, como conferencista.
Ahora vendrá la gran prueba histórica para Kamala Harris. No fue una vicepresidenta estelar. No creció en su imagen pública ni en el perfil de aceptación nacional que le pudiera permitir llegar a la candidatura de forma natural. Llega forzada por las circunstancias, de la misma forma que Biden da un paso atrás.
La fuerza de Trump, su estrella alineada para evitar los juicios, escapar sentencias, sobrevivir un atentado, parece proyectarlo de forma imparable a la Casa Blanca.
La señora Harris puede ser un obstáculo serio con el discurso con el que presentó su candidatura: un país de libertades y derechos, de respeto a las minorías, de mujeres empoderadas.
Será una elección histórica en la que intervienen factores étnicos, ideológicos, de equidad e igualdades, frente al rechazo a la inmigración, de derechos de la mujer frente al conservadurismo religioso norteamericano.
106 días para que Kamala se convierta en la salvadora de la democracia y del equilibrio mundial. ¿Podrá?