El domingo pasado, en la Monumental Plaza de Toros México, durante la segunda novillada de esta temporada, vivimos la incomparable emoción del toro bravo. La ganadería de Fernando Lomelí ha regresado una vez más al gran coso con absoluta categoría. Hace cinco años, ya dejó muestra de su concepto ganadero con otro bravo y emotivo encierro en el mismo ruedo.
Para este festejo, la familia Lomelí, de la mano de Fernando y su hijo Santiago, seleccionaron seis novillos en tipo, serios de presentación y que además se comportaron con la mayor cantidad de cualidades del toro bravo. Movilidad, acometividad, fijeza, prontitud y alguno además con clase embistiendo por abajo. Todas estas virtudes se resumen en un factor fundamental para que la tauromaquia y el toreo se mantengan vivos: la emoción. Un acierto, sin duda, por parte de la empresa, programar ganaderías que no suelen tener la visibilidad de otros hierros que continuamente vemos en corridas de toros. La temporada de novilladas también sirve para que los ganaderos se muestren, no solo los toreros. El caso del hierro saltillense de Fernando Lomelí es un claro ejemplo de ello para que, si la lógica y el sentido común del gremio funciona, veamos esta casa ganadera anunciada en corridas de toros y lidiada por matadores de lo alto del escalafón.
Esta historia comenzó en 1938 con la fundación del hierro de Corlomé por parte de Don José Lomelí, quien en los años setenta hereda el hierro a sus hijos, Sergio y Fernando, quienes en 1978 se separan, quedándose el primero con Corlomé y el segundo funda su casa ganadera en Saltillo, Coahuila, en el rancho El Colorado, con divisa naranja y blanco.
Don Fernando, padre del actual propietario, heredó 100 vacas y sementales de su casa madre, Corlomé. Ese mismo año, incorporaron 60 vacas de Boquilla del Carmen y tres sementales de San Antonio de Triana. Este encaste, que se lleva trabajando hace 46 años, nos ha dado el domingo pasado la gran satisfacción y emoción de disfrutar al toro bravo, en este caso novillos, en su esplendor, que como es natural fueron materia prima para que los tres novilleros mostraran sus aptitudes.
En 2017, Fernando le compró la ganadería a su padre, creando así la tercera generación ganadera de los Lomelí.
La bravura nunca es fácil, es exigente y requiere de oficio, pero sobre todo de firmeza y disposición. Cuando lo primero todavía no se obtiene completamente debido a la falta de rodaje que padecen hoy los novilleros, lo segundo es obligación de todos y de cada uno de los que hagan el paseíllo. Jesús Sosa cortó una oreja, César Pacheco obtuvo dos salidas al tercio y Luis Martínez recibió palmas en su primero.
Una prueba difícil para los toreros, pero que afrontaron con la ilusión de ver su sueño cumplido. Una tarde llena de emociones desde distintas aristas. Emotivas las lágrimas en el patio de cuadrillas antes de liarse el capote de paseo, por parte del tlaxcalteca Jesús Sosa, quien desde sus ocho años había soñado ese momento. Lágrimas de hombre que se emociona al ver sus ilusiones cumplidas y que minutos más tarde estaría jugándose la vida ante el animal que venera y que al mismo tiempo le roba el sueño.
Cuántas historias hay en una tarde de toros; cada novillero trae en sus hombros miles de horas de reflexión, miedo, trabajo, entrenamiento, vocación, sinsabores y desprecios, hasta que llega el día y la hora en que en sus manos recae la capacidad de cambiar su presente y su futuro.
La relación entre el hierro de Fernando Lomelí con los novilleros viene ya de décadas atrás. El carismático Valente Arellano tuvo en sus inicios, siempre, las puertas de esta casa abiertas y mucho tuvo que ver don Fernando en el desarrollo del ciclón lagunero que vivimos a principios de los años ochenta. Actualmente, sucede lo mismo, los toreros del norte del país saben que en esta casa quien realmente quiera ser torero tendrá la mano de una buena familia taurina, que hoy ya cuenta con la cuarta generación. Santiago, con apenas 14 años, vive la pasión de la ganadería y la fiesta de los toros. Acompañó a su padre en la emotiva y triunfal vuelta al ruedo en el máximo coso como un justo reconocimiento a quienes heredaron esta vocación a sus hijos, nietos y bisnietos.
La tauromaquia es el único espectáculo en el mundo capaz de emocionarnos con la intensidad que únicamente una buena tarde puede ofrecer. Todo es en vivo, real, un ancestral ritual sin script, con toda la verdad de la vida y la muerte en un ruedo.
Los domingos al medio día se están convirtiendo en citas imperdibles para los aficionados a los toros. Apoyando y descubriendo nuevos talentos en seda y oro, así como ganaderías que están destinadas a ocupar un lugar en las grandes ferias y en las grandes plazas.
Este próximo domingo a las trece horas, la tercera novillada del serial. Harán el paseíllo José María Mendoza, Rafael Soriano y Manolo González, quienes despacharán un encierro de la ganadería poblana de Raúl Cervantes. Es un gran plan de domingo pasado el mediodía; los boletos están más que accesibles con entradas desde 100 pesos para ver y disfrutar el espectáculo único de un festejo taurino. Ahí nos vemos.