París dejará de ser durante unas semanas la ciudad del romanticismo por excelencia para convertirse en la capital mundial del deporte. Uno de los elementos indisolubles de la idiosincrasia parisina centrará las miradas de todo el planeta, en calidad de emblema olímpico: el Sena . El río francés es el lugar elegido para celebrar la ceremonia de apertura de los Juegos 2024 . Un acto solemne que la organización ha apostado por alejar de un estadio por primera vez en la historia. En su lugar, todas las delegaciones surcarán en cientos de embarcaciones las aguas de la capital gala, concretamente los seis kilómetros que separan el puente de Austerlitz del de Jena, ubicado bajo el abrigo de la Torre Eiffel . Una imagen que resultará icónica, pero tras la que se esconden muchos meses de esfuerzos y, sobre todo, cantidades económicas ingentes. Uno de los grandes problemas logísticos a los que se enfrentaba París a la hora de organizar los Juegos era la calidad del agua del Sena, razón por la que la natación y el baño en su curso estaban prohibidos desde el año 1923. Por ello, entre la candidatura y el Estado francés han invertido 1.400 millones de euros para su limpieza y descontaminación, a través de un complejo y costoso proyecto. Para hacer frente al vertido de aguas fecales que se produce sobre el río debido al exceso de lluvia, además de otras medidas, se ha construido un depósito de 50.000 metros cúbicos, equivalente a unas 20 piscinas olímpicas, que permitirá almacenar la lluvia y evitar que las aguas residuales lleguen al Sena. Los encargados de testar los resultados reales de este proceso serán los deportistas olímpicos , entre ellos ocho españoles. Porque, además de la ceremonia de inauguración, el río parisino acogerá las competiciones de triatlón y de la natación de aguas abiertas. Los triatletas masculinos, el 30 de julio, serán los primeros en competir por las aguas de la capital gala. Para demostrar la limpieza de las aguas del Sena y terminar de convencer a los más reticentes, los políticos franceses emularon el baño que se dio Manuel Fraga en la costa almeriense de Palomares en el año 1966 para probar la inexistencia de contaminación en la zona tras un accidente nuclear . La primera en hacerlo fue la ministra de Deportes, Amélie Oudéa-Castéra, que compartió a través de sus redes sociales el vídeo de su inmersión. Pocos días después, la alcaldesa de París, Anne Hidalgo , cumplió su promesa y se metió en el río francés ante decenas de fotógrafos y cámaras de televisión. Emmanuel Macron , presidente de la República, se comprometió a hacer lo propio, aunque todavía no ha dejado la misma imagen que sus compañeras. El proceso de limpieza del Sena es el elemento central de lo que París denomina «los Juegos Olímpicos más ecológicos de la historia». Una vez concluya la cita deportiva, el objetivo es habilitar zonas de baño durante el verano que permitan el regreso de los bañistas a las aguas parisinas más de un siglo después de su prohibición . Además, se pretende propiciar que la vida vuelva al río y proteger una importante fuente de agua potable. Sin embargo, algunos ciudadanos franceses no lo entendieron de la misma forma. Con el baño de la alcaldesa como objetivo se propagó a través de las redes sociales una campaña que animaba a defecar en las aguas del Sena como forma de protesta contra la ingente inversión en los Juegos frente al abandono de otros servicios parisinos. Unos actos vandálicos de los que no hay constancia de que se produjeran. A falta de tres días para la ceremonia de inauguración y de siete para la primera competición por el Sena, la buena climatología invita a confiar en que la calidad de sus aguas será adecuada para permitir el baño. Lo que producirá, tanto a las delegaciones como a los deportistas, la emblemática imagen surcando y nadando junto a la torre Eiffel.